miércoles, 12 de agosto de 2009

Las confesiones de Ninetta

Lo prometido es deuda: "Las Confesiones de Ninetta" ya está disponible en formato libro. Espero que disfrutéis de su lectura tanto como yo he disfrutado escribiéndolo. 292 páginas con las aventuras y desventuras de Ninetta, una divertida divorciada que busca, tras su divorcio, buen sexo, amor y sobre todo, su propia felicidad. Os lo recomiendo para este verano.
Besos

Alice Carroll

Nuevas vidas

Poco a poco aquella algarabía de gente vestida de fiesta transitando por la sala de espera se fue difuminando. Las amigas de mi hermana se fueron a seguir con la celebración a pesar de la ausencia de mi hermana. Juan Carlos y Andrés salieron juntos tras despedirse de mí y yo me quedé sola, esperando poder entrar a ver a mi hermana cuando salieran mis padres.

Mi estado de ánimo era una mezcla de tristeza, envidia, soledad y alegría, pero a pesar de todo, tenía la extraña sensación de que todo me iba a ir mejor desde aquel momento. Había aclarado mis ideas, había sido por fin sincera, tanto conmigo misma como con los demás y mi futuro no tenía mal aspecto: de nuevo sola en casa y con trabajo.

David volvió a salir de su consulta y al verme en la sala de espera se acercó hasta mí. Mi corazón se revolvió gratamente.

-No te he preguntado antes qué es lo que hacías aquí. La verdad es que a veces soy un poco despistado.
-Mi hermana acaba de tener un niño. Estoy esperando a ver si me dejan verla.
-Ven conmigo, no hace falta que esperes.-Dijo sonriente.

David me acompañó hasta la habitación donde ya habían ubicado a María.
-Hoy estoy muy liado, pero si te apetece podías venir un día a eso de las seis que es cuando hago un descanso y tomamos un café. Así me cuentas algo de tu vida. –Dijo David antes de despedirse dándome dos besos.
-Claro, me encantaría. Nos vemos.-Dije yo bastante nerviosa.

Entré en la habitación de mi hermana. María estaba tumbada en la cama y no tenía muy buen aspecto. El parto la había dejado agotada. Miré a su alrededor y no vi al pequeño.

-¿Y el niño?
-Está en una cuna térmica. Me han dicho que la primera noche es lo mejor.-Contestó María.
-¿Cómo se va a llamar?
-Nos gusta Daniel.-Contestó orgulloso Manuel.

Mi madre y Salvatore estaban sentados en el sofá cama en el que Manolo dormiría esa noche y parecían realmente felices uno al lado del otro. Por un instante, me alegré de que mi madre no estuviera sola. Desde que Salvatore había vuelto, el carácter de mi madre había mutado por completo. Ya no se metía tanto en mi vida y parecía estar siempre de buen humor.

Me despedí de todos y salí del hospital. No quería coger un taxi a pesar de lo tarde que era. Necesitaba aire puro tras salir de allí. Caminaba lentamente por las calles, contemplando el horizonte desde una nueva perspectiva. La verdad es que tras el divorcio, aquel año había estado cargado de sorpresas y estaba segura de que el próximo tendría aún más. Me sentía más segura de mí misma y más convencida de que todo iba a ir bien.

Ya no leo las revistas de cotilleos y cada vez me aburre más la tele, sé que existen otros mundos y otros hombres. Aunque este año no haya encontrado al hombre de mi vida, sé que pronto encontraré lo que quiero. Tengo 37 años y a pesar de haber engordado dos kilos, no me he abandonado y sigo viéndome atractiva cuando contemplo mi figura en los espejos de El Corte Inglés. Adiós a los líos con mi vecino y con Juan Carlos, al desorden de mi casa provocado por Clara y adiós a mi situación de parada temporal y a la tiranía de mi jefe.

Hoy mismo comienzo una nueva vida.

martes, 4 de agosto de 2009

Problemas de color

Manolo y mi madre aparecieron con una enfermera a su lado que llevaba al bebé en sus brazos. Estaba completamente tapado por una suave manta excepto por la carita, que se dejaba entrever bajo la tela. Todas y todos nos arremolinamos a su alrededor.
-¡Es un niño!- Dijo orgulloso Manolo.
-¿A ver? –Dije yo intrigada sobre su aspecto.
-Qué morenito es ¿no? –Dijo una de las amigas de María.
-No, que va, yo creo que tiene la piel amarilla.-Dijo otra.
Por fin conseguí hacerme un hueco y pude contemplar la cara de mi primer sobrino. Lo cierto es que, blanco, blanco, no era.
La enfermera habló tras los comentarios-Está un poco amarillento porque seguramente tiene ictericia. Pero eso con un poco de sol se pasa. No tiene mayor importancia. Les pasa a muchos recién nacidos.

La verdad es que viendo su aspecto, tenía mis dudas sobre si su color predominante era el amarillo o el marrón, negro no era, eso era cierto, pero realmente parecía que en vez de venir del útero, aquel niño había venido de una playa en la que se hubiera tostado al sol. Manolo no parecía intranquilo, es más, mostraba un semblante de absoluta felicidad.

Por un instante levanté la mirada del pequeño y pude ver a lo lejos al médico que me había atendido tan amablemente. ¿Estaría casado? Había decidido empezar una nueva vida, no era tan mala idea dirigir mis pasos hacia el sector médico…

Miré de nuevo a mi sobrino, que ya lo llevaban a una cuna térmica y deseé tener entre mis brazos a mi propio bebé.