sábado, 17 de noviembre de 2007

El intruso


Tras el primer momento de sorpresa y confusión y cuando noté que mi corazón volvía a su estado normal, sentí una ola de furia recorriendo todo mi cuerpo.
-¿Pero se puede saber Manolo qué puñetas estás haciendo en MI casa?
-Es que me sentía mal y necesitaba verte, llamé a la puerta y al final... decidí esperarte dentro.
-Pues no deberías haberlo hecho, es mi casa, vivo aquí sola y no tenías porque haber entrado. ¡Me dijiste que ya no tenías ninguna copia de las llaves!
-Eso es lo que creía yo, pero encontré una que yo creía perdida en un traje.
-Déjale Ninetta, tampoco hace nada malo, no es ningún ladrón.-Miré a mi hermana con más enfado si cabe, lo que menos podía hacer es ponerse de mi lado y más después de haber estado aguantando sus lloros y quejas toda la tarde.

Tras unos cuantos reproches más por mi parte, me resigné y cedí de mala gana. Lo que menos me apetecía esa noche era pasarla con Manolo y mi hermana. Mientras yo me ponía cómoda en mi habitación intentando sosegarme, la extraña pareja parecía tener una amigable conversación en el sofá. Pensándolo con calma, ambos tenían cosas en común como el hecho de haber sido abandonados y haber acudido al hogar materno en busca de cobijo. ¿Sentirían una mutua atracción?

Me senté de nuevo en el sofá deseando que por lo menos Manolo se marchara, pero no parecía tener intención de ello. Ni bostezar, ni mirar la hora ni las indirectas que soltaba cada dos por tres daban el menor resultado, mi ex marido era presa de una sordera selectiva. Tampoco mi hermana parecía tener la menor prisa en que se fuera, al contrario, le daba conversación y le había subido el ánimo.
-Oye Manolo, se te hace tarde, ¿no deberías irte ya? –Al final opté por ir al grano.
-Tienes razón Ninetta... Ya sé que te estoy pidiendo mucho, pero ¿no podrías dejarme dormir aquí hoy? Me entra pereza regresar ahora a casa.
-Pero bueno, ¡Qué esto no es ningún hostal! María se queda a dormir, ya no tengo cama para ti.
-No me importa dormir en el sofá, por favor Ninetta, me viene bien la compañía.
-¿Y tu madre no te hace compañía?
Manolo se abstuvo de contestar y de nuevo volví a ceder nada convencida. Por lo menos estaba segura de que Manolo no intentaría acostarse conmigo al estar María en casa. Así que me fui al armario encogiendo los hombros, le tiré una almohada y una manta y decidí que me iba a la cama mientras ellos seguían con su alegre charla. Lo peor de todo es que sabía que Manolo se haría el lastimero para obtener el respaldo de mi hermana y esa idea me ponía ciertamente bastante nerviosa.

Al levantarme por la mañana me llevé una desagradable sorpresa: el sofá estaba vacío y la habitación donde dormía María estaba cerrada a cal y canto. Sentí cierto mareo al intuir lo que podía haber pasado esa noche entre Manolo y mi hermana. Tenía que ser una pesadilla y yo aún estaba dormida...



1 comentario:

Félix Amador dijo...

Dos cosas: lo tuyo con Manolo no tiene remedio, y ¿no se te ha ocurrido buscarlo en la habitación "cerrada a cal y canto" de tu hermana? A ver si no es que no pueda pasar sin ti, sino que tiene un paladar más amplio y variado.