domingo, 5 de abril de 2009

Anécdotas de un lobo de mar

A pesar de que los primeros minutos fueron tan tensos como una reunión en la cumbre para resolver un conflicto internacional, poco a poco se fueron disipando las energías negativas que provocaban silenciosamente auténticas corrientes de mala leche y de resquemor por el pasado. Salvatore había tenido una intensa vida y, aunque dejó intencionadamente aparte la narración de sus aventuras como mujeriego, nos deleitó con numerosas historias de su vida en la mar. Era como leer una apasionante novela de sus labios. Tenía una forma de contar todo lo que le había acontecido de un modo tan cómico, que hasta las más terribles desgracias eran pasto de nuestras risas.
-Lo peor fue cuando el cocinero y el segundo oficial de máquinas se pelearon por culpa de la ayudante de cocina, que por cierto, creo que era la mujer más fea que hubiera visto nunca. Pero eso carece de importancia tras dos meses en la mar. Giuseppe llamó un día al oficial y le amenazó con matarle si se acercaba a la chica. No era raro la vez que se presentaba con la cazuela a servir a la tripulación ondeando uno de los cuchillos de cocina que tenía para cortar la carne. Como estaba tan loco, a veces no empezábamos a comer hasta que él no hubiera dado el primer bocado, no sea que hubiera envenenado la comida para acabar con su rival. De hecho le había amenazado más de una madrugada llamando a su camarote para contarle lo que le haría. La verdad es que nuestro cocinero llevaba ya años tocado, dicen que fue a raíz de coger la malaria. Estuvo a punto de palmar y todo.
-¿Y qué pasó con la chica? –Preguntó intrigada María-¿Con quién se fue al final?
-La verdad es que duró poco en el barco. Se enamoró de un chico novato recién incorporado a la empresa al que convenció para largarse de allí en busca de un trabajo en tierra firme. Pobre muchacho, yo dudo que realmente quisiera irse con ella, pero Caqui era una mujer de armas tomar, ja ja ja. ¡Era difícil decirle que no!

Pensé que Salvatore había tenido también sus andanzas con aquella mujer, lo intuía por la forma en que hablaba sobre ella, pero no quise preguntarle para corroborarlo por no hacer daño a mi madre, que dudaba que le hiciera mucha gracia conocer las andanzas de su marido. Lo cierto es que mientras Salvatore hablaba, mi madre no paraba de sonreír y de alguna forma era como si como por arte de magia, hubiera rejuvenecido. Mi padre la miraba de vez en cuando y ella bajaba la miraba como si tuviera los años de una adolescente.

Tras mis fracasos con los hombres, no me resultaba fácil confiar en ninguno de ellos, y menos en mi padre. Me temía que su llegada no nos iba a deparar nada bueno.

1 comentario:

Félix Amador dijo...

Pero ¿qué pasa con tu venganza?

¡¡Yo quiero ver las fotos!!