sábado, 22 de diciembre de 2007

Sospechas y nervios


He de hacer una visita a la boutique del detective. Necesito algo más sofisticado que lo que tengo en mis manos. Un vaso de cristal no es suficiente para poder oír lo que dicen al otro lado de la pared.

Estoy plenamente convencida de que Andrés no está solo en su dormitorio. Pero esta vez no es la escandalosa rubia de bote, sus gemidos le hubieran delatado. El muy capullo se acuesta conmigo un día y no tiene ningún reparo en acostarse con otra al día siguiente. No tiene vergüenza. Me siento despreciada y algo rabiosa. Vuelvo a pegar mi oreja al vaso pero me resulta imposible descubrir lo que andan haciendo. Es cierto que hay algún ruido que parece provenir del somier, pero no son nada rítmicos, eso me tranquiliza en parte.

Me levanto y voy a la cocina. Abro el frigorífico y veo lo vacío que está, necesito ir con urgencia a comprar o acabaré acudiendo de nuevo a algún teléfono de comida rápida. Caliento un poco de leche en el microondas y la sorbo pausadamente. Necesito relajarme y dormir. Vuelvo a mi lecho y me acuerdo del juguete que me compré en la sex shop y que aún no he estrenado. ¡A la porra Andresito! Hoy me dedicaré al onanismo puro y duro.

El juguete satisface con rapidez todos mis deseos, he perdido la cuenta del número que orgasmos que he tenido. Vuelvo a estar tranquila. Mis ojos se cierran y noto que mi enfado se ha diluido. No tengo pruebas de que estuviera en compañía, los tabiques son finos y quizás los ruidos procedían de otro piso. Pobre, con lo cansado que parecía y yo pensando mal de él… es lógico que estuviera agotado, la noche anterior había sido terrible.

Me invade el sueño por fin, el silencio vuelve a apoderarse de mi dormitorio hasta que, tras unos minutos, es bruscamente interrumpido por una serie de ruidos con un ritmo constante procedentes del colchón de mi vecino. Abro los ojos furiosa y la palabra “cabrón” fluye de mis labios sin poder evitarlo.

El sueño se ha esfumado y tengo los ojos como platos…


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