jueves, 6 de noviembre de 2008

Fin de semana sin compañía

Sólo el que haya pasado un fin de semana como el que estaba pasando yo es capaz de entender en toda su magnitud la terrible esencia de la soledad cuando no se la desea como compañera. Cuántas veces he deseado quedarme sola cuando aún estaba casada con Manolo y cuántas ideas tenía para pasar aquellas pocas horas que me quedaba conmigo misma. ¿Qué ha sido de aquella Ninetta independiente que quería descubrir quién era? Aún no lo sé y dudo que me llegue a entender jamás. Me protejo contra las preguntas sin respuesta, contra las ilusiones desvanecidas y a las que he renunciado sin más. A medida que pasan los años siento más confusión en cuanto a lo que quiero y las metas que han de conducir mi vida. Camino sin rumbo entre los árboles de un tupido bosque y resignada sigo buscando el claro donde deseo descansar.

Deberían prohibir visionar a todos los que hemos pasado por un divorcio, películas románticas. Crecimos con ellas y con su esperanza y sólo la realidad nos ha despertado bruscamente. Acabo de llorar de principio a fin una lánguida película americana cuyo argumento no es más que una copia de tantas de su estilo. Un paquete entero de pañuelos para secar el mar de lágrimas en que se ha convertido mi rostro resulta insuficiente. Aún quedan lágrimas en mi corazón que dudo que desaparezcan nunca, se han quedado fosilizadas en él y responden ante cualquier alerta de tipo sentimental provocando nudos que comprimen mi garganta. Siento ese nudo ahora y me dejo arrastrar por las tristes sensaciones que me envuelven, muy parecidas a las que experimento al llegar las Navidades. Miro la ventana y el cielo gris no invita nada más que a seguir en ese estado de dejadez total. Suplico mirando hacia el techo que pase pronto el fin de semana para volver a tener cerca el calor humano de los compañeros de trabajo.

Apago la televisión, tantas horas en su compañía no me han provocado más que tristeza y jaqueca. Me preparo con desgana una infusión y busco en Internet la compañía que el mundo real no me ha dado en estas horas llenas de pensamientos negativos y filosofía barata. La conversación con mi hermana me ha dejado hundida por completo, ha sido un golpe bajo que no me esperaba. Siempre pensé que lo de María y Manolo sería un calentón temporal fruto de la sequía que ambos experimentaban. Me equivoqué.

Me meto en un chat y con una cierta dosis de ilusión, busco alguien inteligente con quien conversar. ¡Quizás hasta encuentre al hombre de mi vida! O por lo menos, si no lo encuentro, me encuentra alguien que consiga levantarme el ánimo.

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