lunes, 18 de mayo de 2009

Andrés y sus secretos

Cuando más profundamente dormida estaba, el frío de sentir que no estaba Andrés a mi lado me despertó bruscamente. Era de noche y las luces de las farolas entraban por la ventana iluminando de tonos naranjas las paredes. Me levanté con dificultad, estaba claro que la sequía que había arrastrado me había dejado los músculos poco preparados para aguantar una tórrida y completa sesión de sexo sin tener posteriormente unas terribles agujetas, las que yo sentía en esos momentos. Tras acercarme al baño y echar un vistazo a la cocina me di cuenta de que Andrés había desaparecido, así que volví al dormitorio y mientras me vestía, me di cuenta de que me había dejado una escueta nota en una de las mesillas: “He tenido que irme a trabajar, besos”

Al contrario que en otras ocasiones, no me sentí mal, acepté lo que decía sin hacerme ninguna extraña elucubración acerca de su curioso horario nocturno de trabajo o de que pudiera haber quedado con otra mujer. Simplemente me creí lo que decía y sin más me fui a mi casa.

Al abrir la puerta, Clara reclamó mi presencia en el salón. Estaba algo preocupada por mi ausencia y con una sonrisa en la boca me dijo que quería contarme algo.

-Espera Clara- dije yo con semblante serio- Antes de que me expliques nada, quiero que te sientes porque he de decirte algo.
-Me estás asustando.-Dijo algo preocupada.

Clara se sentó y yo comencé mi narración del hombre al que acababa de acudir aquel mismo día: la coincidencia del nombre, su tatuaje.
-¿Me dejas decir algo? –Dijo Clara interrumpiéndome.
-Prefiero contártelo todo y después me dices lo que quieras. Pero me siento en la obligación de ser sincera contigo. Aquel hombre no es director comercial sino sanador, y estoy casi segura que tiene una mujer y un hijo. Lo siento Clara, pero me parece que está mintiéndote.

Clara se quedó en silencio mientras me miraba algo estupefacta.
-Ahora te voy a decir yo lo que no me has dejado contarte. Después del trabajo, quedé a comer con Emilio, ese que tú ya conoces. Era la primera vez que nos veíamos así que me explicó todo lo que no se atrevía a relatarme a través del ordenador para que yo no pensara que era un chalado. Efectivamente, es una especie de sanador o naturópata, no es director comercial. Realmente está divorciado, pero como le encantan los niños, tiene mucha relación con su hermana, que está en paro y va mucho a su casa con su hijo, que tiene dos años.
-¿Así que te lo ha contado todo?
-Todo
-¿Y te ha dicho que he estado en su consulta?
-No tenía ni idea que habías ido a verle. No sabe quien eres y no me relaciona contigo, pero si quieres se lo comento.
-No, no no le digas nada. Enhorabuena Clara, a lo mejor hasta has acertado y todo con él. Como te haga unas cuantas sesiones como la que he disfrutado yo hoy, vas a estar como nunca.
-Sesiones… ¡Espero que lo que hayas disfrutado con él no sea de una sesión de sexo! Ja ja ja.
-Te juro que no, con él no ha sido.

Guiñé un ojo y me fui a la cocina. Después de la terapia doble de apertura de canales por parte de Emilio y Andrés, ahora lo único que tenía
era hambre, un hambre atroz.

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