Al día siguiente, tenía deberes pendientes por realizar, me vestí con mi disfraz y tras esquivar al guardia de nuevo y a unos cuantos ex compañeros que no me reconocieron me dirigí a mi lugar de trabajo: un precioso baño alicatado hasta el techo con una esmaltada taza de color blanco que hacía de asiento y escalera a la vez, ornamentado en su pared izquierda por un escuálido rollo de papel higiénico cuyos trozos hacían de improvisados pañuelos.
Como tenía una larga jornada de trabajo por delante había tenido la precaución de llevarme un libro para leer en la espera, una bolsa con frutos secos para calmar mi hambre, una botella de agua y mi móvil, bien cargado de batería y completamente mudo para no ser descubierta, al que había metido unos cuantos juegos que había descargado previamente en la web. Me estaba convirtiendo en toda una profesional del espionaje. Mi cámara de fotos estaba preparada para el momento crucial. Tenía el extraño presentimiento de que esta vez sí tendría suerte.
Al llegar la tarde ya me había comido toda la bolsa de frutos secos, me había cansado de leer y los juegos del teléfono ya no me llamaban la atención, así que me recliné sobre la pared y cuando estaba a punto de dormirme oí un ruido.
-¿Seguro que estamos solos? –Dijo una conocida voz.
-Estoy completamente convencida, he dado una vuelta por todos los despachos, me he acercado a la máquina del café, se ha ido todo el mundo.-Respondió la voz de una mujer.
-¡Qué ganas tengo de follar contigo! Cada vez es más difícil.-Dijo Vicente mientras se oía claramente el ruido de una cremallera.
-Sí, ya lo sé. No sabes cómo necesito estos momentos. Venga Vicente, es todo tuyo.-Instó Pili, mientras parecía desvestirse.
Desde mi escondite ya no se escuchaban más que intensos jadeos así que me subí a la taza con sumo cuidado y comencé a hacer fotos a la ardiente pareja. Apenas podía verles por lo que cogí todo tipo de ángulos para que por lo menos alguna de las fotos pudiera aprovecharse. Mientras estaba en pleno apogeo fotográfico el libro resbaló del bolso cayendo hasta el suelo.
-¿Has oído eso?-Dijo Pili.
-No, no he oído nada, serán las cañerías.-Dijo Vicente sin parar su ritmo amatorio.
Sin poder evitarlo comencé a temblar, no sé si por miedo a ser descubierta o porque las piernas me flaqueaban después de un buen rato de esfuerzo, lo cierto es que comencé a pensar en positivo, tal y como me había recomendado el maestro Sambala y visualicé en mi mente que aquellos dos se iban de una vez y yo podía marcharme a mi casa tranquila y con el botín en mi bolso. Y mientras me concentraba en aquella idea, el tiempo fue pasando y por fin unos gritos finales de Pili y Vicente me llenaron de esperanza.
-Venga, vámonos, he quedado en ir de compras con mi mujer.-Dijo algo sofocado mi antiguo jefe.
-Y yo he quedado con mi novio-Respondió de inmediato Pili.
-Yo no sé por qué no dejas a ese gilipollas. No me gusta nada.
-Lo mismo te digo Vicente. –Respondió la secretaria algo ofendida.
-No es lo mismo.-Se excusó Vicente.
Mientras seguían discutiendo se alejaron por fin del baño y tras esperar un prudencial tiempo salí de allí escapando por la escalera de incendios hasta llegar directamente a la calle. Tenía ganas de llegar a casa y contemplar las fotografías que había hecho.
Estaba claro que mi suerte comenzaba a cambiar.
Como tenía una larga jornada de trabajo por delante había tenido la precaución de llevarme un libro para leer en la espera, una bolsa con frutos secos para calmar mi hambre, una botella de agua y mi móvil, bien cargado de batería y completamente mudo para no ser descubierta, al que había metido unos cuantos juegos que había descargado previamente en la web. Me estaba convirtiendo en toda una profesional del espionaje. Mi cámara de fotos estaba preparada para el momento crucial. Tenía el extraño presentimiento de que esta vez sí tendría suerte.
Al llegar la tarde ya me había comido toda la bolsa de frutos secos, me había cansado de leer y los juegos del teléfono ya no me llamaban la atención, así que me recliné sobre la pared y cuando estaba a punto de dormirme oí un ruido.
-¿Seguro que estamos solos? –Dijo una conocida voz.
-Estoy completamente convencida, he dado una vuelta por todos los despachos, me he acercado a la máquina del café, se ha ido todo el mundo.-Respondió la voz de una mujer.
-¡Qué ganas tengo de follar contigo! Cada vez es más difícil.-Dijo Vicente mientras se oía claramente el ruido de una cremallera.
-Sí, ya lo sé. No sabes cómo necesito estos momentos. Venga Vicente, es todo tuyo.-Instó Pili, mientras parecía desvestirse.
Desde mi escondite ya no se escuchaban más que intensos jadeos así que me subí a la taza con sumo cuidado y comencé a hacer fotos a la ardiente pareja. Apenas podía verles por lo que cogí todo tipo de ángulos para que por lo menos alguna de las fotos pudiera aprovecharse. Mientras estaba en pleno apogeo fotográfico el libro resbaló del bolso cayendo hasta el suelo.
-¿Has oído eso?-Dijo Pili.
-No, no he oído nada, serán las cañerías.-Dijo Vicente sin parar su ritmo amatorio.
Sin poder evitarlo comencé a temblar, no sé si por miedo a ser descubierta o porque las piernas me flaqueaban después de un buen rato de esfuerzo, lo cierto es que comencé a pensar en positivo, tal y como me había recomendado el maestro Sambala y visualicé en mi mente que aquellos dos se iban de una vez y yo podía marcharme a mi casa tranquila y con el botín en mi bolso. Y mientras me concentraba en aquella idea, el tiempo fue pasando y por fin unos gritos finales de Pili y Vicente me llenaron de esperanza.
-Venga, vámonos, he quedado en ir de compras con mi mujer.-Dijo algo sofocado mi antiguo jefe.
-Y yo he quedado con mi novio-Respondió de inmediato Pili.
-Yo no sé por qué no dejas a ese gilipollas. No me gusta nada.
-Lo mismo te digo Vicente. –Respondió la secretaria algo ofendida.
-No es lo mismo.-Se excusó Vicente.
Mientras seguían discutiendo se alejaron por fin del baño y tras esperar un prudencial tiempo salí de allí escapando por la escalera de incendios hasta llegar directamente a la calle. Tenía ganas de llegar a casa y contemplar las fotografías que había hecho.
Estaba claro que mi suerte comenzaba a cambiar.
2 comentarios:
lo único que no me gusta de tu blog son los colores de las letras. El resto es arrebatadoramente enganchante. Te seguiré a menudo. Saludos momificados
Leo todas tus publicaciones, se que es dificil escribir, pero me dejas con demasiada intriga, parece como si estubiese leyendo un libro a parrafo cada X semanas... es un royo =S
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