Mi madre me mostró el salón como si fuera la primera vez que entraba en su casa y desconociera cada una de sus habitaciones. Dentro de él encontré sentados alrededor de la mesa a mi hermana, a mi ex y a un extraño personaje que parecía haberse escapado de una novela de Charles Dickens. Llevaba un largo abrigo azul marino al que poco le faltaba caerse a pedazos, sus puños raídos así lo predecían. Vestía unos vaqueros desgastados a base de un extremo uso y una curiosa gorra de marinero con un escudo bordado en letras doradas. Tenía la barba encanecida y algo descuidada que tapaba prácticamente todo su cuello. Le miré con curiosidad y cierto nerviosismo, intuía algo, pero de inmediato lo rechacé. No hizo falta, sin embargo, esperar mucho para saber quien era el desconocido invitado.
-Ninetta-empezó mi madre en tono solemne-es tu padre.
La cabeza me empezó a dar vueltas y sentía que mi ser parecía querer desprenderse de su cuerpo para irse de inmediato a cualquier lugar en el que no le obligaran a enfrentarse con fantasmas del pasado. No me podía creer que mi padre, tras una larga ausencia, hubiera venido al lugar que nos vio nacer. Extendí mi mano y le saludé como si nada en la vida nos hubiera unido nunca. De hecho, es lo que yo sentía en esos instantes.
-Hola Salvatore. –Fue lo único que salió de mis labios. Me senté a la mesa, pero al observar que mi hermana se dirigía a la cocina en busca del primer plato la seguí y abordé tras cerrar la puerta.
-¿Se puede saber que hace este tío aquí?
-¿Cómo que qué hace? Parece mentira con lo mucho que me ha costado buscarle y lo poco que me lo agradeces. Le he dicho que me casaba y no ha dudado en venir. Estoy convencida de que hubiera hecho lo mismo por ti cuando te casaste con Manolo, pero vas a lo tuyo y te da igual el resto del mundo.
-No mujer, es mejor que no le dijera nada en su día, le iba a parecer un poco raro que en los dos casos coincidiera el novio ¿no crees? De todas formas, sigo sin entender por qué después de toda una vida tiene la poca vergüenza de regresar al hogar del que huyó. ¿Qué pasa? ¿Es que no tiene dinero y ahora quiere vivir del cuento?
-No tengo ni idea, pero a pesar de estar tan sorprendida como tú, me encanta saber que estará en mi boda.
-Y que te llevará al altar, claro. La verdad es que a mí ese tipo de cosas ya no me importa. Dudo que me vuelva a casar jamás.
-Nunca se sabe, Ninetta, la vida da muchas vueltas.
-Lo sé, María, no sabes cómo lo sé.
Volvimos al salón y de camino, respiré profundamente intentando que todo lo malo que había dentro de mí saliera de mi cuerpo. Por mucho que me apeteciera preguntar a mi padre la razón por la que nos abandonó, no me parecía el mejor momento. Intentaría ser lo más conciliadora posible a pesar de que mis circunstancias personales no me dejaban volver al estado de paz en el que yo creía que estaba antes.
Quizás nunca estuve en paz conmigo misma ni con el mundo. ¿Es que mi problema era que había empezado una guerra que no quería terminar por mi culpa?
-Ninetta-empezó mi madre en tono solemne-es tu padre.
La cabeza me empezó a dar vueltas y sentía que mi ser parecía querer desprenderse de su cuerpo para irse de inmediato a cualquier lugar en el que no le obligaran a enfrentarse con fantasmas del pasado. No me podía creer que mi padre, tras una larga ausencia, hubiera venido al lugar que nos vio nacer. Extendí mi mano y le saludé como si nada en la vida nos hubiera unido nunca. De hecho, es lo que yo sentía en esos instantes.
-Hola Salvatore. –Fue lo único que salió de mis labios. Me senté a la mesa, pero al observar que mi hermana se dirigía a la cocina en busca del primer plato la seguí y abordé tras cerrar la puerta.
-¿Se puede saber que hace este tío aquí?
-¿Cómo que qué hace? Parece mentira con lo mucho que me ha costado buscarle y lo poco que me lo agradeces. Le he dicho que me casaba y no ha dudado en venir. Estoy convencida de que hubiera hecho lo mismo por ti cuando te casaste con Manolo, pero vas a lo tuyo y te da igual el resto del mundo.
-No mujer, es mejor que no le dijera nada en su día, le iba a parecer un poco raro que en los dos casos coincidiera el novio ¿no crees? De todas formas, sigo sin entender por qué después de toda una vida tiene la poca vergüenza de regresar al hogar del que huyó. ¿Qué pasa? ¿Es que no tiene dinero y ahora quiere vivir del cuento?
-No tengo ni idea, pero a pesar de estar tan sorprendida como tú, me encanta saber que estará en mi boda.
-Y que te llevará al altar, claro. La verdad es que a mí ese tipo de cosas ya no me importa. Dudo que me vuelva a casar jamás.
-Nunca se sabe, Ninetta, la vida da muchas vueltas.
-Lo sé, María, no sabes cómo lo sé.
Volvimos al salón y de camino, respiré profundamente intentando que todo lo malo que había dentro de mí saliera de mi cuerpo. Por mucho que me apeteciera preguntar a mi padre la razón por la que nos abandonó, no me parecía el mejor momento. Intentaría ser lo más conciliadora posible a pesar de que mis circunstancias personales no me dejaban volver al estado de paz en el que yo creía que estaba antes.
Quizás nunca estuve en paz conmigo misma ni con el mundo. ¿Es que mi problema era que había empezado una guerra que no quería terminar por mi culpa?
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