sábado, 16 de febrero de 2008

Locuras a medianoche


Vicente está de pie al lado de mi cama, con los pantalones de su pijama bajados. Lo peor no es su parcial desnudez, ni haber visto con todo detalle la selvática mata de pelo que resguarda la piel de sus piernas, lo insólito es que está haciendo unos extraños ejercicios gimnásticos con su mano derecha. Dada su velocidad, estoy convencida de que utiliza la bomba de la bicicleta con tal maestría, que es capaz de inflar cualquier objeto en cuestión de décimas de segundo. ¡Mi jefe se está masturbando delante de mis narices!
-¡Vamos Ninetta, acerca tu boca!
-¿Estás mal de la cabeza o has bebido? –dije yo anonadada.
-Agarra mi pene, anda, acércate. Quiero tocar tus pechos.
-¡Déjame en paz y duérmete! Voy a tener que llamar a recepción…

Vicente se había transformado por completo. Ya no era el hombre educado y rígido en sus formas que yo conocía sino alguien desinhibido al que le había cambiado hasta la forma de hablar. No puedo dejar de mirarle y me es imposible aceptar que Vicente sea un exhibicionista ocasional. Hay algo en mi interior que me dice que algo no funciona bien, así que decido hacer una última prueba antes de pedir ayuda encendiendo la lámpara de mi mesilla, quiero comprobar que no soy víctima de ningún sueño provocado por los nervios y ver con mis propios ojos que es Vicente el extraño protagonista de la madrugada y no un loco peligroso que hubiera entrado por la ventana. A la luz, la realidad es espeluznante, Vicente sigue masturbándose convulsivamente mientras repite una y otra vez las mismas palabras: “Ninetta, ven aquí, acerca tu boca. Quiero tocar tus pechos”

Mi jefe parece estar poseído, hipnotizado y sigue practicando el onanismo frente a mí. Tiene fijada su posición y ni siquiera hace visos de acercarse a mí, cosa que me resulta sospechosa. Pero lo que me ilumina por fin en la noche no es la lámpara, sino el hecho de ver que tiene sus ojos cerrados. Es entonces cuando yo abro los míos: ¡Vicente es sonámbulo! Esto me hace tranquilizarme en parte y hasta me atrevo a acercarme a él.
-Ven anda, que te llevo a la cama.

Sorprendentemente se deja llevar dócilmente de regreso a su lecho. Ha dejado de masturbarse así que le subo los pantalones con cuidado de no despertarle, me acuerdo haber leído de refilón en alguna revista que es peligroso hacerlo, supongo que en este caso más. Le ayudo a tumbarse y le arropo como si fuera un niño. Se acurruca y continúa durmiendo plácido y relajado. Parece que la crisis nocturna ha sido superada con éxito.

Cuando por fin vuelve la paz al dormitorio reflexiono sobre su comportamiento. Nada es lo que parece. Mi jefe es un hombre reprimido de día que necesita desatarse de noche para sobrevivir. Así que el perfecto hombre casado padre de familia no es tan feliz como yo pensaba…


1 comentario:

Félix Amador dijo...

No, si lo que no te ocurra a ti.....

Pero, de todos modos, ¿me vas a decir que no te aprovechaste de la ocasión? Me explico: él suena contigo porque (a la vista de las fotos sobra explicar por qué) y tú podrías haberte beneficiado y seguro que al despertarse el tío creía que había sido un sueño.

Ventajas de las horas extras.