jueves, 30 de julio de 2009

Nominaciones en blognovelas

Angel J Blanco, aparte de ser un estupendo escritor hace una gran labor en su página http://blognovelas.es/ donde recopila las novelas que actualmente se publican en formato de blog. Os animo a pasaros por su web y echar un vistazo a las creaciones de los escritores que va recopilando.
Agradezco a todos los que han nominado la novela de Ninetta y animo a la gente a votar en la web de blognovelas, donde "Confesiones Eróticas de Ninetta" ha sido nominada en las siguientes categorías:
Mejor Comedia
Mejor personaje
Mejor blognovela del año 2009
Confesiones eróticas de Ninetta está llegando a su fin y tras una ardua labor de maquetación, en breve pondré el enlace de la novela en formato libro, para los que se cansen de leer letras de colores sobre fondo negro y prefieran tener entre sus manos un libro para llevárselo a cualquier lugar.
Besos a todos y gracias por seguir ahí.
Alice Carroll

Sorpresas maternas

Mi madre me agarró el brazo nerviosa y comenzó a hacer una pregunta seguida de otra sobre el estado de salud de María y de su bebé. Yo apenas podía decirle nada, dado que lo único que sabíamos es que estaba ya en el paritorio.
-¿Y Manolo? –Preguntó mi madre.
-No ha venido aún.- Respondí mientras miraba de reojo la mano de mi padre cogiendo la de mi madre.
-Me voy a ir con ella, Salvatore.- Dijo mi madre dándole un beso- Ninetta, queremos decirte algo. Salvatore y yo… Bueno, que vamos a hacer una pequeña celebración, una especie de boda, ya sabes. Hemos decidido volver a estar juntos.

Miré a mi madre anonadada. Había perdonado a mi padre todo lo malo que le había hecho. Se había visto abandonada con dos niñas pequeñas, había tenido que luchar por sacarnos adelante ante la indiferencia de Salvatore, que jamás había dado señales de vida hasta ahora. ¿Acaso las mujeres teníamos algo de estúpidas? Lo cierto es que no me salía decirles nada, ni que me alegraba por ellos, ni que me lo imaginaba, ni que me lo temía. A pesar de que mi madre había perdonado a mi padre, yo no era capaz de seguir su actitud. Le guardaba un profundo rencor, labrado a base de pensar año tras año en lo injusta que había sido la vida conmigo al dotarme de un padre que no se había preocupado por mí jamás. Así que tan sólo hice un gesto con los ojos y di una palmadita a mi madre en el brazo.

De repente, como una exhalación, entró Manolo. Llevaba la camisa mal abotonada, la pernera de los pantalones metida en los calcetines y mostraba una cara de profundo nerviosismo. Sentí algo de lástima por él. Se acercó hasta mi madre y ambos se dirigieron a una de las enfermeras, que les indicó por donde tenían que ir.

Mis dos pretendientes me miraban esperando mi respuesta, me acerqué hasta ellos y dudé por unos segundos, pero finalmente me dirigí a Juan Carlos.

-Reconozco que hemos tenido momentos buenos en los que lo hemos pasado muy bien. Nos entendemos, tenemos aficiones comunes y eso es importante. Pero…
-¿Pero? –Dijo él ansioso porque siguiera.
-Pero no recuerdo un día contigo en el que no me hayas mentido, tienes una facilidad especial para falsear la realidad y creo que eso es algo que no voy a olvidar. Puedes decir que yo también lo soy, de acuerdo, lo acepto, pero aún no tienes claras las cosas y dudo que dejes a Silvia de un día para otro, así que mi respuesta es no.

Andrés mostraba una sonrisa plena dado que ya se veía vencedor. Me acerqué a él y comencé mi perorata.
-Eres el mejor amante que haya tenido jamás y eso es difícil de superar, tienes imaginación, eres morboso y me excitas como nadie lo ha hecho nunca. Pero aparte de eso, nunca hemos salido como lo hacen las parejas normales, el lugar donde hemos pasado más tiempo juntos ha sido la cama y a pesar de que no me disgusta, no es lo que yo quiero. Así que mi respuesta es no.
Mantuve unos segundos de silencio.-Lo cierto es que es una pena porque la suma de ambos sería perfecta.
-Nos propones un trío, Ninetta, ja ja ja.-Rió Juan Carlos.
-Sólo hablaba en voz alta, no era una proposición. Bastante complicado son las relaciones de pareja como para meter más gente.

En ese instante, un revuelo de gritos femeninos me dejó completamente aturdida.

¡El bebé acababa de nacer!

sábado, 25 de julio de 2009

Decisiones e indecisiones

Salí del baño algo confusa. Mi estómago seguía revuelto y el alcohol que había ingerido pugnaba dentro de mí produciéndome un terrible malestar. Me prometí a mí misma no beber más la próxima vez mientras suplicaba para que al llegar a donde estaba nuestro peculiar grupo de borrachas y ex, las cosas se hubieran calmado. Mi aspecto no debía ser realmente bueno, me iba tambaleando y más de una vez tuve que apoyarme en la pared para no perder el equilibrio. Estaba tan concentrada en mantener una mínima estabilidad que ni siquiera me di cuenta de que se había acercado hasta mí un hombre vestido con bata blanca.
-¿Te encuentras bien? –preguntó preocupado.
-Sí, bien. Creo que ha sido la cena, me ha sentado fatal. Tengo algo revuelto el estómago.
-Estás bastante pálida, será mejor que te sientes si no quieres desmayarte. Mira, aquí tienes un asiento.

Mientras me sentaba me detuve a mirarle con calma. Era joven, quizás incluso de mi edad, tenía el pelo corto y ligeramente ondulado, llevaba perilla y tenía unos maravillosos ojos azules. Acababa de salir del infierno y me encontraba ahora en el paraíso. Lo cierto es que su aspecto me era familiar, lejanamente familiar.
-¿Estás mejor?
-Sí gracias. –Respondí mostrándole mi mejor sonrisa.
-Tú yo nos conocemos. Mi nombre es David. Tú eres Ninetta ¿verdad? Estuve un tiempo saliendo con una amiga tuya, Virginia.
-David… ¡Claro, es verdad! Apenas te había reconocido. Han pasado unos cuantos años. ¿Qué tal te va? Perdí el contacto con Virginia hace mucho, ¿sabes algo de ella?
-No, que va, cortamos cuando me fui a Estados Unidos. Oye, tengo que volver a mi consulta, pero no dudes en llamarme si te sigues encontrando mal. Me alegro de verte.
-Yo también, y gracias.

David me hizo un gesto con la mano y caminó por el pasillo hasta meterse por una puerta que ponía “ginecología”. Me acordé de lo mucho que hacía que no iba a hacerme una revisión y me prometí a mí misma concertar una cita cuanto antes con él.

Me levanté de la silla y caminé de nuevo hacia mi destino. Al torcer la esquina y llegar al lugar de autos, todo había cambiado. Las amigas de mi hermana reían alegremente y Juan Carlos y Andrés, con la cara algo más amoratada que antes, hablaban tranquilamente entre ellos, sorprendiéndome aún más al ver que Juan Carlos había puesto su brazo encima del hombro de mi vecino en una postura de camaradería que jamás hubiera creído que vería entre ambos. Incluso Juan Carlos había tenido el detalle de dejar la chaqueta de su americana a Andrés para que éste se tapara algo.

Cuando llegué hasta ellos no quise siquiera preguntarles lo que había pasado para que de repente todos sus odios se hubieran convertido en amistad. ¿Acaso habían decidido que tres era mejor que dos y nos íbamos a convertir en los protagonistas de un remake de “Una mujer para dos”? ¿Los puñetazos les habían dejado tan confundidos que ya no sabían lo que hacían? ¿Se habían dado cuenta realmente que era una estupidez luchar por mí y que al fin y al cabo, un amigo es para siempre?

Me puse junto a ellos y les miré interrogante. Fue Juan Carlos el que tomó la palabra.
-Ninetta, es hora de que te decidas por uno de los dos.-Afirmó con rotundidad.
Miré a Juan Carlos y a punto estuve de decirle que era él el que tenía que elegir, dada su relación con Silvia, pero no quise siquiera mover los labios. ¿Y si me elegía a mí? ¿Realmente quería yo estar con él? ¿Era eso lo que me apetecía’
-Juan Carlos tiene razón.-Dijo Andrés mirándole mientras Juan Carlos hacía un movimiento afirmativo de cabeza.
Miré a Andrés y me pregunté si sería capaz de tener una relación normal con él. Pensándolo fríamente, lo que había entre nosotros estaba relacionado fundamentalmente con el sexo, muy buen sexo, eso sí, pero nada que me hiciera pensar que en un futuro podría haber una relación normal de pareja entre nosotros. El hecho de no poder tener hijos había inclinado la balanza en su contra. Mi reloj biológico sonaba cada vez con más fuerte.

Me aparté por un segundo de ambos pretendientes para intentar tomar una decisión. La duda me consumía, pero mi cerebro mandaba señales en una sola dirección.

Cuando volví con ellos para darles mi veredicto, mi madre y mi padre llegaron hasta a mí para preguntarme por María.

Había sido salvada de momento.

sábado, 18 de julio de 2009

En busca del paritorio

Al llegar al hospital buscamos de inmediato una enfermera que atendiera a mi hermana. En cosa de un minuto ya la habían colocado en una silla de ruedas y la llevaban con urgencia al quirófano.
-¡Llama a Manolo y a mamá, por favor! –Gritó ella desde lejos.

El aspecto de Andrés no dejaba indiferente a nadie, aquellas miradas que recibía de la gente que se encontraba en la sala de espera avergonzaban a cualquiera, incluido a él, que no sabía muy bien como taparse. Cogí mi teléfono e hice las llamadas que me había perdido mi hermana. Manolo casi perdió la voz al comunicarle la noticia y mi madre había dado un terrible grito que me había dejado el oído con una alta insensibilización.

Una marabunta de mujeres vestidas de fiesta inundó la sala de espera. Yo no quería ni siquiera acercarme para no tener de nuevo un enfrentamiento en toda regla con la loca con la que me había pegado en el club. Sin embargo, las cosas comenzaron a ir peor por el lado masculino, al entrar Juan Carlos también al hospital tras aparcar su vehículo.
-Quién es este fantoche que está contigo Ninetta? –Dijo Juan Carlos mirando con desprecio a Andrés.
-¡Tú sí que eres un fantoche, gilipollas!-Dijo Andrés empujándole levemente.
-Ni me toques, chulo de mierda.
-¿Por qué no lo dejáis? –Rogué yo a ambos.

Mi súplica cayó en saco roto, Andrés y Juan Carlos se enzarzaron en una pelea en medio de la sala de espera, mientras yo intentaba separarles para que no nos echaran de allí, que era lo que nos merecíamos todos por alterar el orden sanitario.

Lo cierto es que a pesar de todo, sentía cierta vanidad por saber que realmente se estaban peleando por mí. Era el momento de decidirse por uno u otro y dejar las cosas claras a ambos. De nuevo tenía un trabajo estable y quería que mi vida sentimental siguiera el mismo derrotero.

Ninguno de los dos parecía salir victorioso del enfrentamiento de momento. ¿Debería elegir la dama al vencedor de la lid?

La dama en ese momento lo único que deseaba era ir al servicio a vomitar. La cena y los líos me habían sentado realmente mal.

domingo, 12 de julio de 2009

Preguntas intencionadas

A esas horas de la noche la gente plagaba los locales de copas y el movimiento que había en las calles de vehículos transitando era digno de una rutinaria mañana de atasco en un día de trabajo. Andrés esquivaba los coches con una pericia encomiable. Yo no podía dejar de mirar su cuerpo semidesnudo, haciéndome una y otra vez en mi mente, preguntas sobre la condición masculina y lo frecuente que era en los hombres no decir la verdad.

Mi hermana en el asiento de atrás aullaba contando los minutos que trascurrían entre contracción y contracción, asustándose cuando se daba cuenta de que el tiempo trascurrido entre una y otra se acortaba tan peligrosamente como un día de tormenta, cuando el tiempo entre el rayo y el sonido del trueno apenas era medible.

Al ver que Andrés no me dirigía una sola palabra de perdón o reproche, fui yo la que tomó el mando de la conversación, haciéndole preguntas para intentar mantener una conversación con él.
-¿Por qué no me dijiste donde trabajabas? –Empecé yo de forma directa y algo agresiva.
-¿Me cuentas tú acaso toda tu vida? –Respondió Andrés mirándome por un segundo apartando su vista de la carretera.
-Vale, de acuerdo. Sé que tengo mis fallos, pero como todo el mundo.

Tras unos segundos de silencio en la que no se me ocurría nada que decir, volví al ataque.
-Menudo susto lo de mi hermana ¿verdad? ¿A ti te gustaría tener hijos?
-No puedo.
-¿Y por qué no puedes?- Insistí yo como hacían los niños pequeños ante sus dudas.
-No puedo porque soy estéril. Tuve una enfermedad que me lo produjo. ¿Satisfecha con la respuesta?- Dijo él dejándome con la boca abierta.-De todas formas, he de serte sincero, no me importan los niños lo más mínimo.
-A mí sí.-Dije yo sin más.

No pregunté nada más. ¿Para qué? Estaba claro que mis relaciones con los hombres eran más superficiales de lo que yo creía o quería conseguir en la vida. Andrés era un buen amante pero nada más podía plantearme con él a largo plazo. Había perdido mi precioso tiempo fértil inútilmente con él. Viendo a mi hermana sollozar tras de mí, sospeché que mi mente comenzaba a aclararse tras mucho tiempo. Me apetecía tener un hombre que me amara incondicionalmente, que quisiera vivir conmigo y que incluso deseara tener hijos y formar una familia. Mi reloj biológico volvía a darme testarazos una y otra vez.
En esos momentos pensé en el otro candidato que nos seguía a toda velocidad, preguntándome si debería darle una nueva oportunidad.

jueves, 2 de julio de 2009

Caos en el escenario

La rabia se había apoderado de mí dotándome de una fuerza inusitada pero la amiga de mi hermana andaba a la zaga arañándome con tal ferocidad que sentía la piel de mis brazos en carne viva. Andrés intentaba separarnos sin éxito pero mientras, un tropel de mujeres subió a hacernos compañía tomando posiciones a favor de una u otra hasta que se montó una típica pelea digna de una buena película del oeste. Andrés llamó a los guardias de seguridad al ver que sus esfuerzos resultaban inútiles, la música dejó de sonar y en vez de eso, la voz de mi hermana María gritando como una poseída nos distrajo unos segundos de nuestra labor.
-¡He roto aguas! ¡Socorro! Ninetta, ayúdame.

A pesar de que me quedaba con ganas de seguir desfogándome con aquella golfa, sentí el deber filial de ayudar a mi hermana así que me desasí como pude de las garras que atenazaban mi piel y me fui con María.
-¿Qué te pasa? –Pregunté yo intentando recuperar el resuello.
-¡Creo que el bebé viene ya! –Dijo ella evidentemente asustada.
-Pero si no le toca todavía. –Dije yo mientras hacía mis cuentas.
-¡Y a mí que me dices! ¡Llévame al hospital de una puñetera vez o voy a tener el hijo en medio de este lío!
Andrés, entre molesto, confuso, avergonzado y sorprendido, se acercó a mí tras oír a mi hermana.
-Podemos ir en mi coche, esperad a que me vista.
-No hay tiempo, tienes que llevarme ya.-Dijo María evidentemente fuera de sí.
-Venga Andrés, ya tendrás tiempo de cambiarte. ¡Es una urgencia! –Dije yo.

Salimos en tropel del local de boys. María y yo nos dirigimos al coche de Andrés y detrás, varios taxis con las amigas de María que no querían abandonar a mi hermana en tales momentos, insistieron en seguirnos.

Justo antes de entrar en el coche de mi vecino, observé que había más gente conocida en el lugar de la que a mí me apetecía ver.
-¿Se puede saber lo que estás haciendo aquí, Juan Carlos?
-Te he ido siguiendo, necesitaba hablar contigo. No podía esperar.
-Mal momento, nos vamos al hospital, mi hermana está a punto de parir.
-Venga, os llevo en mi coche.-Se ofreció él.
-No te preocupes, ya tenemos vehículo. Anda, vete a casa. –Dije yo.
-Ni hablar. Os sigo.-Dijo él en un fastidioso alarde de altruismo.

La noche se iba estropeando hasta extremos insospechados.