A esas horas de la noche la gente plagaba los locales de copas y el movimiento que había en las calles de vehículos transitando era digno de una rutinaria mañana de atasco en un día de trabajo. Andrés esquivaba los coches con una pericia encomiable. Yo no podía dejar de mirar su cuerpo semidesnudo, haciéndome una y otra vez en mi mente, preguntas sobre la condición masculina y lo frecuente que era en los hombres no decir la verdad.
Mi hermana en el asiento de atrás aullaba contando los minutos que trascurrían entre contracción y contracción, asustándose cuando se daba cuenta de que el tiempo trascurrido entre una y otra se acortaba tan peligrosamente como un día de tormenta, cuando el tiempo entre el rayo y el sonido del trueno apenas era medible.
Al ver que Andrés no me dirigía una sola palabra de perdón o reproche, fui yo la que tomó el mando de la conversación, haciéndole preguntas para intentar mantener una conversación con él.
-¿Por qué no me dijiste donde trabajabas? –Empecé yo de forma directa y algo agresiva.
-¿Me cuentas tú acaso toda tu vida? –Respondió Andrés mirándome por un segundo apartando su vista de la carretera.
-Vale, de acuerdo. Sé que tengo mis fallos, pero como todo el mundo.
Tras unos segundos de silencio en la que no se me ocurría nada que decir, volví al ataque.
-Menudo susto lo de mi hermana ¿verdad? ¿A ti te gustaría tener hijos?
-No puedo.
-¿Y por qué no puedes?- Insistí yo como hacían los niños pequeños ante sus dudas.
-No puedo porque soy estéril. Tuve una enfermedad que me lo produjo. ¿Satisfecha con la respuesta?- Dijo él dejándome con la boca abierta.-De todas formas, he de serte sincero, no me importan los niños lo más mínimo.
-A mí sí.-Dije yo sin más.
No pregunté nada más. ¿Para qué? Estaba claro que mis relaciones con los hombres eran más superficiales de lo que yo creía o quería conseguir en la vida. Andrés era un buen amante pero nada más podía plantearme con él a largo plazo. Había perdido mi precioso tiempo fértil inútilmente con él. Viendo a mi hermana sollozar tras de mí, sospeché que mi mente comenzaba a aclararse tras mucho tiempo. Me apetecía tener un hombre que me amara incondicionalmente, que quisiera vivir conmigo y que incluso deseara tener hijos y formar una familia. Mi reloj biológico volvía a darme testarazos una y otra vez.
En esos momentos pensé en el otro candidato que nos seguía a toda velocidad, preguntándome si debería darle una nueva oportunidad.
Mi hermana en el asiento de atrás aullaba contando los minutos que trascurrían entre contracción y contracción, asustándose cuando se daba cuenta de que el tiempo trascurrido entre una y otra se acortaba tan peligrosamente como un día de tormenta, cuando el tiempo entre el rayo y el sonido del trueno apenas era medible.
Al ver que Andrés no me dirigía una sola palabra de perdón o reproche, fui yo la que tomó el mando de la conversación, haciéndole preguntas para intentar mantener una conversación con él.
-¿Por qué no me dijiste donde trabajabas? –Empecé yo de forma directa y algo agresiva.
-¿Me cuentas tú acaso toda tu vida? –Respondió Andrés mirándome por un segundo apartando su vista de la carretera.
-Vale, de acuerdo. Sé que tengo mis fallos, pero como todo el mundo.
Tras unos segundos de silencio en la que no se me ocurría nada que decir, volví al ataque.
-Menudo susto lo de mi hermana ¿verdad? ¿A ti te gustaría tener hijos?
-No puedo.
-¿Y por qué no puedes?- Insistí yo como hacían los niños pequeños ante sus dudas.
-No puedo porque soy estéril. Tuve una enfermedad que me lo produjo. ¿Satisfecha con la respuesta?- Dijo él dejándome con la boca abierta.-De todas formas, he de serte sincero, no me importan los niños lo más mínimo.
-A mí sí.-Dije yo sin más.
No pregunté nada más. ¿Para qué? Estaba claro que mis relaciones con los hombres eran más superficiales de lo que yo creía o quería conseguir en la vida. Andrés era un buen amante pero nada más podía plantearme con él a largo plazo. Había perdido mi precioso tiempo fértil inútilmente con él. Viendo a mi hermana sollozar tras de mí, sospeché que mi mente comenzaba a aclararse tras mucho tiempo. Me apetecía tener un hombre que me amara incondicionalmente, que quisiera vivir conmigo y que incluso deseara tener hijos y formar una familia. Mi reloj biológico volvía a darme testarazos una y otra vez.
En esos momentos pensé en el otro candidato que nos seguía a toda velocidad, preguntándome si debería darle una nueva oportunidad.
1 comentario:
me encantas ninetta. Y tus historias también
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