jueves, 3 de enero de 2008

De nuevo en la oficina


Tras doparme convenientemente con una ingente dosis de ibuprofeno, salí de mi casa en dirección a la oficina. La helada caída la noche anterior había sido espectacular y a pesar de haberme puesto más capas que una cebolla, sentía mi cuerpo helado. El metro estaba maravillosamente vacío y pude hacer todo el trayecto sentada. Tenía pereza de volver al trabajo, ganas de volver a mi casa y de descansar hasta encontrarme de nuevo como siempre.

En la oficina había incluso menos gente que en el metro, tan sólo parecía estar Clara, que había aumentado considerablemente de volumen tras las navidades, supongo que por comer compulsivamente para intentar olvidar lo aburrida que estaba al lado de su eterno marido.

Dada la poca actividad que se respiraba en el ambiente y las contadas llamadas que llegaban a mi teléfono decidí, excepcionalmente, cerrar la puerta de mi despacho, reclinar mi silla y darme una buena siesta reparadora.

El silencio absoluto era tal que no tardé ni dos minutos en dormirme. Al cerrar los ojos sentí otra vez el ardor en mis parpados por causa de la fiebre y de nuevo, las recurrentes pesadillas sobre la fiesta de fin de año hicieron su aparición, bailando sin orden y concierto dentro de mi cabeza. Un brusco ruido hizo que me despertara.
-Perdona que te moleste Ninetta…
Abrí los ojos y la figura de Vicente, mi jefe, me despertó de un manotazo. Sus brazos en jarras y su mirada clavada en mí evidenciaban su enojo.
-Esto, yo…bueno. Perdóname. No sé que me ha pasado. Creo que me he quedado algo transpuesta por culpa de la gripe.
-Sí, sí, claro…Sólo venía para desearte Feliz Año y hablar sobre nuestro viaje de la próxima semana. Pero ya tendremos tiempo de hacerlo cuando tengas un rato “libre”.-Su tono y la forma de decirlo no podía ser más desagradable.
-No, no, de verdad, ya estoy mejor…Dime.
-Necesito que prepares una presentación en el ordenador para uno de los días del congreso. Te daré la documentación para que puedas ir haciendo los esquemas y lo tengas todo preparado para cuando lo expongas.
-¿Exponerlo? ¿Yo? Creía que sólo iba de oyente.
-¿No te lo dije? Sí mujer, es una cosa muy sencilla, no te costará. En principio iba a haberlo hecho yo, pero he estado muy liado y no he podido.

Y con un gesto con la mano a modo de despedida salió de allí para volver casi al instante con una pila de papeles y cuadernillos. Los depositó con alivio sobre mi mesa y dándome una palmadita a modo de ánimo y de comprensión, que hizo que tuviera que tragarme todas las culebras que querían salir de mi boca, me explicó muy sucintamente cómo debía elaborarlo.

Al quedarme sola, volví a sentir el mareo de la fiebre unido al agobio por el escaso tiempo que tenía para preparar el trabajo. En ese instante, recibí un mensaje en el móvil. Era de Juan Carlos, pero tampoco era portador de buenas noticias dado que se disculpaba por no poder quedar conmigo y retrasaba la cita a la semana siguiente. Sentí un gran desánimo por todo el cúmulo de adversas circunstancias.

Así que sin planes para esa noche, cogí todo los papeles que pude en mi cartera y al calor de la calefacción intentaría adelantar en mi casa algo de trabajo. Eso sí la gripe me dejaba…


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