viernes, 18 de abril de 2008

El cumpleaños de Andrés


Este fin de semana no veo a Juan Carlos. Su madre está enferma y él ha decidido ir a su casa a cuidarla. Me gusta que se preocupe por ella, sobre todo porque sé que no tiene con ella la extraña relación que Manolo mantiene con la suya, una curiosa mezcla de amor y odio, de mutua necesidad y rechazo ocasional.

Andrés , cual perro de presa, parece que ha olfateado que voy a estar sola el fin de semana porque no ha tardado ni dos minutos en llamar a mi puerta cuando he vuelto del trabajo.
-¡Hola vecina! –me dijo mientras desviaba algo tímido su mirada.
-Hola Andrés. ¿Qué quieres? ¿Un poco de sal
?
-Muy graciosa… Hoy es mi cumpleaños y no quiero pasarlo solo, me deprime la idea. Así que he pensado que podrías venir a mi casa, te invito a cenar.
-No sé, no creo que sea una buena idea…
-¡Venga mujer!, sería una cena entre amigos. Y mira, no te fuerzo siquiera a que me hagas ningún regalo.

No me fiaba mucho de él, pero intuí que había sido sincero en cuanto a lo de la soledad, así que acepté. Sé que no iba a pasar nada, yo ya no necesitaba a Andrés como antes. Tenía sexo frecuente con Juan Carlos y eso me resultaba suficiente. Soy una mujer fiel por naturaleza.

Andrés regresó a su casa y yo aproveché para salir un momento a la calle y buscar una tienda donde comprarle un detalle, pero tras dar unas cuantas vueltas sin encontrar ni un solo local abierto me decanté por irme al único lugar que sabía que tenía sus puertas abiertas de par en par a esas horas: el apasionante bazar de los chinos, a dos manzanas de mi casa. Tras recorrer sus largos pasillos aproximadamente unas cien veces bajo la acechante mirada de uno de sus empleados, por fin me decidí a comprarle una botella de vino supuestamente nacional y un libro de masajes. Descarté los calzoncillos multicolores, los búhos de la buena suerte y las agendas acolchadas de color granate con candado incluido. Por lo menos el vino acompañaría la cena y el libro de masajes le podría servir para practicar con sus rubias pechugonas.

No puedo evitar mandar un mensaje a Juan Carlos diciéndole lo mucho que le deseo y al instante me responde con otro expresándome lo mismo incluso con mayor intensidad. Creo que el invierno se empieza a esfumar definitivamente de mi vida…

1 comentario:

Pepe Castro dijo...

Qué excusa más mala, no querer pasar el cumpleaños solo.
Y estoy viendo que vas a picar...