sábado, 11 de abril de 2009

Dudas y deseos

Ahora que mi tiempo libre se extendía durante toda la jornada, sentía que no tenía apenas aficiones a las que dedicarme para que el tiempo pasara lo menos angustiosamente posible. Porque a pesar de tener el dinero del paro y de la indemnización, estaba agobiada pensando en la posibilidad de no conseguir un nuevo trabajo de la misma categoría profesional que el que había tenido hasta hace apenas unos días. Me imaginaba a mí misma con un pañuelo atado a la cabeza, con la falda remangada y un trapo limpiando portales, no pudiendo aspirar, por culpa de la crisis, a nada mejor que eso. La angustia se hacía presa de mí impidiéndome centrarme en nada más que en mis propios pensamientos negativos. Era incapaz de leer, de ver la televisión o incluso de cocinar. Mis pensamientos lo dominaban todo, incluso hasta mis músculos, los sentía débiles y laxos.

Me tumbé en el sofá intentando relajarme un rato tras malcomer como lo hacía a diario y el sonido de mi móvil, cada vez más apocado y triste como yo, sonó insistentemente. No conocía el número y lo cogí intrigada.
-Hola Ninetta, soy yo, Juan Carlos.
Me quedé completamente inmóvil y sin saber siquiera qué decir por unos segundos, pero el enfado que arrastraba desde el día de mi cumpleaños tras enterarme de la doble vida de Juan Carlos fue suficiente para ponerme las pilas de nuevo.
-¿Y este teléfono? Si sé que eres tú ni lo cojo- Dije yo con bastante mal humor.
-Quiero que me perdones, Ninetta, sé que no estuvo muy bien lo que hice, pero a veces me cuesta tener las cosas claras. Y realmente estaba muy bien contigo.
-Ya, y con Silvia. Admiro tu capacidad de dar amor a varias mujeres a la vez- Dije yo.
-Joder Ninetta. Vamos a hablar claramente. Estoy hasta las narices de que te hagas la víctima cuando sabes que mientras estabas conmigo tenías una dilatada relación con tu vecino. ¿Pero te crees que soy gilipollas? Sé lo del congreso, lo de las fotos, sé muchas cosas que tú no me has contado y que esperaba que me dijeras arrepentida por haberlas hecho. Creo que realmente tú eres la embaucadora y la mentirosa compulsiva. Aclárate primero tú y tu vida y después, si quieres algo conmigo, puedes llamarme.
Por un instante sentí que mis piernas no me sostenían. Y realmente, por mucho que me doliera todo lo que me estaba diciendo, tenía algo de razón. Pero lejos de reconocerlo, tan sólo pude hacer una pregunta.
-¿Y qué pasa con Silvia? ¿Acaso vamos a ser tres en la relación?
-No tengo ni idea, quizás Ninetta, dependa más de ti de lo que te crees. Llámame si te aclaras. Pero no te busques excusas fuera de ti para no estar conmigo. Eres tú la culpable de tu vida, no los demás.

Juan Carlos colgó y yo me quedé más hundida si cabe de lo que estaba. Miré el calendario y sorprendida observé que al día siguiente, tenía cita con el sanador. Necesitaba ayuda externa o quizás no volvería a levantar cabeza en mi vida.

1 comentario:

Félix Amador dijo...

No, si al final vas a tener la culpa.