Al despertar por la mañana casi no podía moverme, tenía la espalda rígida y numerosos moratones por todo mi cuerpo, principalmente en mis nalgas. La próxima vez imitaría la necesidad de comodidad de mi ex a la hora de hacer el amor y llevaría a Andrés a la cama, otro día de sexo tirada por los suelos y me tengo que pedir la baja.
Hoy el autobús ha llegado algo retrasado y he experimentado en toda su plenitud la cercanía de la humanidad: me han pisado, aplastado y he tenido que aguantar la respiración para no tener que percibir nauseabundos olores producto de una mala higiene diaria. Echo de menos la soledad de mi coche, mi climatizador y mi bienestar. Ser pobre tiene más inconvenientes de los que yo pensaba.
Al llegar al trabajo dejo mi bolso encima de la mesa de mi despacho y me dirijo directamente a ver a Vicente. Dado que observo que es difícil disminuir el montante mensual de mis gastos he pensado que podría aumentar mis ingresos haciendo horas extras después de la jornada habitual. Se lo digo a mi jefe no sin antes dar un pequeño rodeo hablándole de la cantidad de expedientes que se acumulan en mi mesa por la falta de tiempo y de ayuda de algún subordinado. Le expongo tan crudamente la cuestión que incluso es él el que me comenta la posibilidad de hacer horas extras. Me encanta saber que mis artes manipulatorias con los hombres siguen dando resultado. Me digo a mí misma que me encanta ser mujer, igual que en los abominables anuncios de compresas, donde lo afirman con una inconsciente alegría.
¿Quién será el responsable de estas penosas campañas de publicidad donde tratan a las mujeres como si fueran idiotas?
Hoy el autobús ha llegado algo retrasado y he experimentado en toda su plenitud la cercanía de la humanidad: me han pisado, aplastado y he tenido que aguantar la respiración para no tener que percibir nauseabundos olores producto de una mala higiene diaria. Echo de menos la soledad de mi coche, mi climatizador y mi bienestar. Ser pobre tiene más inconvenientes de los que yo pensaba.
Al llegar al trabajo dejo mi bolso encima de la mesa de mi despacho y me dirijo directamente a ver a Vicente. Dado que observo que es difícil disminuir el montante mensual de mis gastos he pensado que podría aumentar mis ingresos haciendo horas extras después de la jornada habitual. Se lo digo a mi jefe no sin antes dar un pequeño rodeo hablándole de la cantidad de expedientes que se acumulan en mi mesa por la falta de tiempo y de ayuda de algún subordinado. Le expongo tan crudamente la cuestión que incluso es él el que me comenta la posibilidad de hacer horas extras. Me encanta saber que mis artes manipulatorias con los hombres siguen dando resultado. Me digo a mí misma que me encanta ser mujer, igual que en los abominables anuncios de compresas, donde lo afirman con una inconsciente alegría.
¿Quién será el responsable de estas penosas campañas de publicidad donde tratan a las mujeres como si fueran idiotas?
1 comentario:
Estupendos relatos...Enhorabuena :)
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