jueves, 6 de marzo de 2008

El viaje de vuelta


No me puedo creer que haya concluido el soporífero congreso y que regresemos de nuevo a casa. Un día más al lado de mi jefe y me hubiera tirado por el hueco de la escalera del hotel. Vicente es frío, reservado y aburridamente moderado. Quizás simplemente sea que estoy algo ofuscada. Me he pasado la noche en vela intentando pillarle en vano. Pero ha dormido como un bendito, ni se ha movido siquiera, mis malvados planes se han visto truncados: me he quedado sin las fotos, mi moneda de cambio en caso de que me despida.

Comienza a anochecer y Vicente ha encendido las luces del coche. No hay apenas tráfico en la carretera, los clubes de carretera avisan con sus luces multicolores del inicio de las horas golfas intentando atraer con su rítmico parpadeo a los posibles clientes y yo cierro los ojos simulando dormir. El congreso se me ha hecho eterno. Lo más sorprendente es la cantidad de pretendientes que me han salido. Entre ayer y hoy y tras el visionado de mis fotos porno, he tenido siete invitaciones para tomar una cerveza, cuatro para quedar en un próximo congreso (que espero que no exista) dos para comer y quince para quedar en los baños del Palacio de Congresos. Parece que mis compañeros de profesión tienen un problema grave de carencias sexuales, me parece increíble que tan sólo unas pocas fotos porno amateur les hayan servido para quitarles la espesa telaraña que tupe su deseo provocada por el estrés en el trabajo.

Mientras seguía elucubrando sobre la condición masculina recibí un mensaje al móvil. Era increíble, pero en los tres días que había estado fuera nadie se había acordado de mí. Ni siquiera la pesada de mi madre. Abrí el mensaje pensando que sería uno de tantos que me manda al mes en concepto de publicidad mi compañía telefónica, pero por suerte me equivoqué. ¡Era de Juan Carlos!: “Hola preciosa, ¿cómo ha ido todo en Madrid? Tengo ganas de verte este fin de semana. Besos”.

Leí el mensaje una y otra vez. Estaba tan ensimismada con todo lo sucedido que casi me había olvidado de mi cita con Juan Carlos. Comencé a psicoanalizar el mensaje como toda mujer que se precie y en conjunto me pareció positivo: Me hace un piropo, se preocupa por mí y manifiesta verdaderos deseos de verme. Lo que menos me gusta es lo de “besos”, me suena frío, a despedida de carta familiar. Hubiera preferido un beso nada más, algo más íntimo y personal. Pero olvido este punto negativo enseguida, vuelvo a mi nube, me importa un rábano mi jefe y que me despida. Sé que todo me va a salir bien y un nuevo optimismo renace en mí. Creo que estoy enamorada, lo adivino por el rubor que le han salido a mis mejillas al leer el mensaje, en mi corazón palpitante y en el calor que he sentido entre mis piernas al recordarle. Me siento como una colegiala minifaldera tras recibir su primera carta de amor, como la musa que inspira al poeta.

Cojo el teléfono y le respondo con un “El congreso ha ido fenomenal, yo también deseo verte. Un beso”
Creo que me abstendré de contarle mi pequeño problemilla en la presentación. Dudo que le gustara saber que mi vecino hace algún que otro “apaño” en mi casa de vez en cuando, nada sin importancia para mí, pero algo complicado de entender para un tercero. No creo que sea necesario ser totalmente sincera en una relación. Siempre he pensado que el callar no es mentir, así que si mi querido jefe se mantiene en su discreta línea de siempre, es posible que el incidente no llegue a conocerse jamás en provincias.

Pasamos una señal donde indica la distancia que aún hemos de recorrer, en una hora estaré en mi casa sacando las cosas de mi maleta y en dos, durmiendo plácidamente en mi añorada cama. Vicente y yo nos hemos relajado y ya ni siquiera nos sentimos incómodos por nuestra falta de conversación. He renunciado a preguntarle si me va a despedir, no quiero darle ideas y además, por un pequeño error tampoco puede juzgar todo mi trabajo. Me considero una buena profesional y espero que él lo crea también.

En el horizonte comienzo a ver un mar de luces anaranjadas que tiñen del mismo color el cielo nocturno. Llegamos a casa.

1 comentario:

Félix Amador dijo...

Míralo así. Ese mar de luces está lleno de posibilidades. Juan Carlos es sólo una de ellas.

Lo de las fotos para el chantaje, una pena.

A ver qué pasa ahora.

Un beso.