Lo malo del hecho de divorciarse es que todos los que están alrededor desean conocer los motivos que te llevaron a esa drástica decisión. Esos interrogatorios iniciales suelen resultar más que molestos cuando no puedes decir el motivo principal y optas por un encogimiento de hombros, una escueta frase del tipo “así es la vida” y una media vuelta apresurada y torera intentando hacer comprender que no tienes intención de decir ni una palabra más. Porque explicar a las claras lo aburrida que estabas y lo soporífera que te parecía tu relación seguramente hubiera resultado una frivolidad para el interrogador y más cuando conocían a la otra parte contratante.
Y es que Manolo caía bien a todo el mundo, tenía fama de buena persona, trabajadora y responsable. Un marido modelo, detallista en todo momento y atento con sus amigos. Yo sabía que tras la ruptura en lo referente a los amigos, la que se iba a llevar la peor parte iba a ser yo. Yo era la de las dudas, la de la independencia y la alocada que tira todo por la borda. Y realmente no me equivoqué, dado que tras unos días de neutralidad con uno y con otro, nuestro grupo de amigos tomó posiciones y un buen día dejaron de llamarme y de responder a mis mensajes. Manolo era la supuesta víctima y yo era la mala de la película. Habían sacado sus propias conclusiones, quizás aderezadas con algún que otro comentario de mi querido ex.
Divorciada y sin amigos. Otra vez a partir de cero. Tampoco tenía el apoyo de mi familia, mi madre no entendía mi decisión y mi hermana María, un año mayor que yo y que acababa de ser abandonada por su marido el cual se había ido con otra mujer 10 años más joven que ella, me miraba con desprecio y de alguna forma me metía en el mismo paquete que su ex.
Viendo la situación desde fuera parecía que mi situación no era precisamente envidiable, pero yo, intentaba mantenerme a flote. Trabajar y no pensar demasiado, ese era mi lema. Comprobé que el onanismo diario me ayudaba a conciliar el sueño así que por las mañanas me levantaba tranquila y en paz conmigo misma.
Las noches se hacían largas, no me sentía centrada para hacer ningún tipo de actividad que requiriera una mínima concentración y lo único que me entretenía era encender el ordenador y conectarme a la red. Unas veces chateaba con desconocidos, pero no buscaba sexo cibernético, aunque no lo descartaba. Entre página y página aparecí sin querer en una tienda de productos eróticos que vendía sus artículos directamente en la red y en su tienda, ésta curiosamente no quedaba muy lejos de mi trabajo. Tenían artilugios de todos los colores y las clases, sentí como me revolvía pensando en sus posibles usos y decidí sin más que al día siguiente le haría una visita y me haría un regalo…
Iba a aprovechar mi soledad para cuidarme como merecía.
Y es que Manolo caía bien a todo el mundo, tenía fama de buena persona, trabajadora y responsable. Un marido modelo, detallista en todo momento y atento con sus amigos. Yo sabía que tras la ruptura en lo referente a los amigos, la que se iba a llevar la peor parte iba a ser yo. Yo era la de las dudas, la de la independencia y la alocada que tira todo por la borda. Y realmente no me equivoqué, dado que tras unos días de neutralidad con uno y con otro, nuestro grupo de amigos tomó posiciones y un buen día dejaron de llamarme y de responder a mis mensajes. Manolo era la supuesta víctima y yo era la mala de la película. Habían sacado sus propias conclusiones, quizás aderezadas con algún que otro comentario de mi querido ex.
Divorciada y sin amigos. Otra vez a partir de cero. Tampoco tenía el apoyo de mi familia, mi madre no entendía mi decisión y mi hermana María, un año mayor que yo y que acababa de ser abandonada por su marido el cual se había ido con otra mujer 10 años más joven que ella, me miraba con desprecio y de alguna forma me metía en el mismo paquete que su ex.
Viendo la situación desde fuera parecía que mi situación no era precisamente envidiable, pero yo, intentaba mantenerme a flote. Trabajar y no pensar demasiado, ese era mi lema. Comprobé que el onanismo diario me ayudaba a conciliar el sueño así que por las mañanas me levantaba tranquila y en paz conmigo misma.
Las noches se hacían largas, no me sentía centrada para hacer ningún tipo de actividad que requiriera una mínima concentración y lo único que me entretenía era encender el ordenador y conectarme a la red. Unas veces chateaba con desconocidos, pero no buscaba sexo cibernético, aunque no lo descartaba. Entre página y página aparecí sin querer en una tienda de productos eróticos que vendía sus artículos directamente en la red y en su tienda, ésta curiosamente no quedaba muy lejos de mi trabajo. Tenían artilugios de todos los colores y las clases, sentí como me revolvía pensando en sus posibles usos y decidí sin más que al día siguiente le haría una visita y me haría un regalo…
Iba a aprovechar mi soledad para cuidarme como merecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario