El blanco techo de yeso fue lo primero que vi cuando bruscamente recuperé la conciencia. Fue precisamente aquella loca la que, a base de cachetes y empujones hizo que volviera en sí. La silla estaba completamente tumbada en el suelo, mi nuca reposaba algo dolorida sobre el respaldo de tela y la postura de mis piernas lucía un aspecto entre lamentable y morbosamente sexual. Intenté incorporarme haciendo fuerza con ellas hacia arriba pero lo único que conseguí fue mostrar sin pudor alguno mis bragas de encaje azul.
-¡Hija de puta! ¿Pensabas que no me iba a enterar nunca? ¿Pero te crees que soy idiota?
-No tengo ni idea de lo que me estás hablando-dije yo algo aturdida.
La mujer no cesaba de pegarme y yo intentaba protegerme poniendo mis brazos en aspa tapando mi rostro. Lo único que me faltaba era acabar siendo una mujer marcada para siempre por aquella inmerecida paliza que no sabía a qué se debía. Grité socorro una y otra vez pero, a esas horas lo más posible era que la cafetería de enfrente rebosara plena de gente, la misma que había desaparecido del lugar de trabajo para deleitarse con el consabido café.
Cuando por fin pude posicionarme adecuadamente para pasar de la postura de defensa a la de ataque, la agresora abrió su bolso y metió su mano dentro. Pensé que era el fin, que iba a morir asesinada por una desconocida y que todo había acabado para siempre.
Toda mi vida pasó por mi cabeza en cuestión de dos segundos y no dudé incluso en olvidar mi agnosticismo y rogar a Dios que me ayudara.
Jamás volvería a disfrutar de nuevos cumpleaños.
-¡Hija de puta! ¿Pensabas que no me iba a enterar nunca? ¿Pero te crees que soy idiota?
-No tengo ni idea de lo que me estás hablando-dije yo algo aturdida.
La mujer no cesaba de pegarme y yo intentaba protegerme poniendo mis brazos en aspa tapando mi rostro. Lo único que me faltaba era acabar siendo una mujer marcada para siempre por aquella inmerecida paliza que no sabía a qué se debía. Grité socorro una y otra vez pero, a esas horas lo más posible era que la cafetería de enfrente rebosara plena de gente, la misma que había desaparecido del lugar de trabajo para deleitarse con el consabido café.
Cuando por fin pude posicionarme adecuadamente para pasar de la postura de defensa a la de ataque, la agresora abrió su bolso y metió su mano dentro. Pensé que era el fin, que iba a morir asesinada por una desconocida y que todo había acabado para siempre.
Toda mi vida pasó por mi cabeza en cuestión de dos segundos y no dudé incluso en olvidar mi agnosticismo y rogar a Dios que me ayudara.
Jamás volvería a disfrutar de nuevos cumpleaños.
1 comentario:
Creo que entre una cosa y otra llevo un mes sin tocar el internet. Es como si hubiera pasado un año.....
Tengo que ponerme al día con muchos blogs, el tuyo incluido.
Hassta entonces, Felix 2009, amiga
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