sábado, 17 de mayo de 2008

Y el mundo marcha

Es increíble como pueden cambiar las cosas a medida que pasan los años. Durante mi época de casada, ondeaba la bandera de la fidelidad con orgullo y pasión. Daba igual que no fuera feliz, que no tuviera ni un mísero orgasmo en mi vida sexual, y que no conociera la delicia de tener un hombre a mi lado que me hiciera estremecerme. Y ahora, cuando el tiempo ha pasado y siento que disfruto de una relativa estabilidad emocional al lado de Juan Carlos, no siento haber hecho nada especialmente malo acostándome con Andrés. Sé que no es una correcta forma de actuar, de acuerdo, pero Juan Carlos no tiene por qué enterarse, los ignorantes viven felices en su ignorancia. Y así haré que sea.

Pero me he propuesto que no volverá a repetirse de nuevo. Me dejé llevar por el alcohol, por la pasión que despierta en mí Andresito y por mi incontenible deseo, a veces parece que mi sexo tiene más peso específico que mi propio cerebro. He decidido olvidarme de lo que pasó, un error lo tiene cualquiera, a veces soy una mujer débil y eso es excusable. No creo que una pequeña falta merezca ningún castigo. Además, estoy algo molesta con Juan Carlos, no se ha dignado llamarme en todo el fin de semana y ni siquiera he obtenido respuesta cuando le he intentado llamar yo. ¡Pero qué injusta soy! Quizás su madre ha empeorado y haya tenido que ir con ella al hospital. De todas formas, me hubiera gustado una llamada suya en busca de mi ayuda. Habría estado dispuesta incluso a hacerle compañía mientras su madre deliraba en el lecho de muerte.

No puedo evitar desviar mi atención de los papeles que tengo encima de la mesa. Cada vez me aburro más en el trabajo, y especialmente los lunes, cuando la semana amenaza con hacerse terriblemente larga: el motivo es que Vicente ha vuelto. Parece que lo suyo ha sido algo más leve de lo que todos pensábamos y más de uno deseaba. Le he visto pasar por delante de mi puerta más de media docena de veces. No sé que pretende: si controlar mi trabajo, si acumular el valor suficiente para decirme que me despide o simplemente que se aburre lo mismo que yo.

Clara me pone al día de sus avances detectivescos. Por fin ha descubierto con quien chatea su marido la mayor parte del tiempo que pasa frente al ordenador: una guapa y tetuda brasileña llamada Malena ha encendido su corazón. Jerónimo pecó de confiado y guardó ingenuamente todas sus contraseñas en una carpeta al alcance de cualquiera, en este caso de Clara, que ha conseguido en un sorprendente periodo de tiempo alcanzar unos cualificados e indispensables conocimientos informáticos que le han permitido hacerse con el historial de sus conversaciones y averiguar el lugar donde escondía su querido marido las fotos de la tal Malena. Clara, al contrario de lo que yo pensaba, ha resurgido tras descubrir las andanzas de Jerónimo, convirtiéndose en una mujer luchadora y enrabietada que espera la hora de su venganza.

Me levanto y me dirijo al servicio. Aún restan dos horas para finalizar la mañana de trabajo. Encuentro encima del lavabo el “20 minutos” y me encierro con él para ponerme al día de lo que pasa en el mundo. Paso las hojas apresuradamente, perfectamente podría ser el periódico de hace dos meses, las noticias son recurrentes hasta el aburrimiento. Me detengo a leer mi horóscopo: me sorprendo por sus consejos: “…ten cuidado, tu carácter casquivano puede traerte serias consecuencias…” ¡Dios mío!, ¿acaso el que lo ha escrito me conoce?

Cuando estoy a punto de finalizar mi lectura alguien entra en el servicio. No me hubiera llamado la atención de no ser porque estoy convencida de que se acaban de encerrar en el baño no una, sino dos personas.

Permanezco en silencio para no ser descubierta e intentar averiguar de quien se trata. ¿Será que la incipiente primavera está provocando una calentura generalizada?




1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buenos los relatos
te felciito
un placer haber pasado por tu mundo y leerte un rato
adios