sábado, 9 de febrero de 2008

Despistes de última hora

Tras degustar una frugal cena en el restaurante del hotel, Vicente y yo volvimos a la habitación. Cualquiera podría pensar al vernos que estábamos casados, la falta de confianza mutua que se desprendía de nuestro frío trato podría confundirse, para el que se cruzara con nosotros, con el típico aburrimiento conyugal en el cual el silencio hace acto de presencia al no haber ya nada que decirse. Me siento agotada y tremendamente cansada, en parte quizás se debe a los nervios que afloran en mí cada vez que recuerdo que mañana soy yo la ponente que aburrirá al resto de mis temporales compañeros. Confío en que la suerte me acompañe en mi exposición. No tengo siquiera las fuerzas necesarias para afrontar un último repaso de la misma.

Es la hora de la ducha y he insistido a Vicente en que sea el primero. Me apetece tomarme mi tiempo en el baño y confiar en que a mi salida, Vicente se haya dormido. Por más que busco y rebusco en mi bolsa de viaje no encuentro mi pijama. ¡Estaba convencida de que lo había metido! Extraigo mi ropa de la bolsa y hago un montón con ella encima de la cama. Es inútil buscar más, lo he olvidado. Lo peor de todo es que he venido con la ropa justa y nada de lo que tengo lo encuentro mínimamente válido para pasar la noche, así que la opción será dormir completamente desnuda, cosa que me encanta, pero no precisamente en esta situación y con mi jefe a menos de dos metros de distancia.

Vicente ha tardado tres minutos de reloj en salir del baño. Es mi turno: me ducho, me desmaquillo la cara, me peino y me doy un coqueto toque de carmín en los labios. Cojo la toalla y me envuelvo en ella recordando de memoria las túnicas de las películas de romanos que pude ver en mi infancia.

Al salir, veo que Vicente sigue despierto, está sentado en su cama leyendo el periódico. Mira extrañado mi atuendo y yo intento irme a toda prisa a mi lecho. Pero la suerte no me acompaña, me piso la toalla, tropiezo y ésta cae al suelo seguida de mi bolsa de aseo. “En pelotas con mi jefe” podría ser el típico título de una película porno de bajo presupuesto protagonizada por ambos en ese momento, pero lamentablemente era la cruda realidad. La palabra “torpe” se había sellado a fuego con mi nombre.
-Vaya Ninetta…-dijo mi jefe bastante azorado.
-¡Qué despiste tengo! Me he dejado el pijama en casa… Creí que lo tenía.
-No tengo nada que dejarte para que te pongas.
-No pasa nada, hace calor en la habitación, espero que no te importe.
-Al contrario… Perdón, quería decir que no hay problema. –Terminó diciendo algo nervioso.

Me meto en la cama, deseo a Vicente que pase una buena noche e intento dormirme dejando mi vista perdida en la tenue luz que se vislumbra tras las cortinas. Tras aproximadamente diez minutos, el sueño se apodera de mí por completo, ya nada me preocupa.

De madrugada, la voz de mi jefe hace que me despierte bruscamente. No puedo creer lo que ven mis ojos, los abro y cierro repetidas veces para cerciorarme de lo que está pasando es real, me pellizco suavemente y confirmo que estoy despierta. Jamás me imaginé algo parecido…




2 comentarios:

Félix Amador dijo...

Pero, pero... ¿qué está pasandoooooooo?

Enciende la luz... o cuéntanos, por favor, cuéntanos.

Anónimo dijo...

No inventes, esto se pone muy interesante, no puedo esperar para saber que paso.