sábado, 20 de junio de 2009

La despedida de soltera

Ir a la fiesta que daba mi hermana en honor a su despedida como divorciada era una de las cosas que menos me apetecía en la vida, pero María estaba decidida a hacer todo tipo de rituales relacionados con el evento, suponía que para tener más suerte que en su primer matrimonio. El hecho de que incluso hubiera buscado a mi padre para que fuera su padrino y no se dirigiera al altar como en la primera vez, cogida de la mano de mi madre, era otra muestra más de su afán de perfección.

Las amigas de María eran clavadas a ella, suplían su inseguridad y aburrimiento marital con una falsa apariencia de felicidad absoluta y dicha inigualable. Yo conocía de sus vidas por mi hermana, que en más de una ocasión había criticado con todo detalle a cada una de ellas. Las críticas casualmente habían arreciado tras ser abandonada por Fernando, como una manera más de autoprotegerse para superar la envidia que le daba pensar que sus amigas habían tenido más suerte que ellas.

Mis pensamientos se desvanecieron al escuchar el timbre de mi casa. No podía ser otro que Andrés así que volé hacia la puerta y abrí ilusionada.
-¡Juan Carlos! ¿Qué haces aquí?
-Necesitaba hablar contigo.
-Ven, pasa. Pero no tengo mucho tiempo, tengo que ir a la despedida de soltera de María.
-Estoy hecho un lío- Confesó él.
-¿Y?
-Te echo de menos. Ya sé que ambos hemos cometido errores, pero podíamos empezar de nuevo.
-¿Y qué pasa con Silvia?
-No te puedo mentir, sigo queriéndola. Pero sigo pensando en ti.
-Mira Juan Carlos, no me marees más. No cuentes conmigo si quieres estar con ambas, no soy tan moderna como parezco.
-Podrías darme un tiempo, el suficiente para que me aclare.
-Te tienes que marchar Juan Carlos, no tengo ganas de hablar ahora de nada.- Dije levantándome e invitándole a marcharse.
-¿Te parece si quedamos un día y hablamos más tranquilamente?
-Vale, pero ahora vete-Respondí con la única intención de que me dejara ya.
-Hasta pronto Ninetta.
-Adiós. –Me despedí de él cerrando la puerta sin darle tiempo a que dijera una palabra más. Seguía sintiendo algo por él, pero dudaba si aquel amor sería suficiente para tolerar que continuara su relación con Silvia.

Llegué al restaurante donde se iba a celebrar la cena con un pensado retraso. El camarero me condujo hasta el salón privado donde estaban todas aquellas mujeres, hubiera podido adivinar donde se ubicaban tan sólo siguiendo el rastro de las risas que llegaban hasta mí. Parecía mentira pero sospechaba que más de una se había bebido ya unas cuantas copas antes de la cena. Por un instante, pensé en largarme poniendo cualquier excusa. Me sentía ridícula sabiendo que el hombre del que hablaban una y otra vez y le hacían ser el protagonista de sus chistes era Manolo, mi ex, al que no me imaginaba lo más mínimo como María parecía describirlo: un buen y apasionado amante. ¿Tendría mi ex una doble personalidad? ¿Se habría independizado por fin de su madre y ello le había vuelto más fogoso? ¿Sería María una embustera y realmente sólo quería casarse con él para fastidiarme una vez más? Miré su oronda panza y alivié la tortura de mis pensamientos elucubrando sobre la mejor ropa que le podía quedar a mi sobrino en caso de que el color de su piel fuera chocolateada. Me podía imaginar la cara de susto de Manolo, los lloros de María pidiendo perdón y explicando que fue un error de una noche. Me sentí más aliviada.

La cena trascurrió sin grandes sobresaltos y de inmediato cogimos tres taxis para dirigirnos al “Local boys” el club donde ejerceríamos de penosas y hambrientas mujeres sin miedo a hacer el ridículo. Yo sí que lo tenía y por eso, había llenado mi cuerpo de alcohol para poder superarlo.

Salimos de los vehículos y tras comprobar que no nos equivocábamos de local, la zona estaba plagada de ellos, bajamos las escaleras y nos sentamos alrededor de varias mesitas circulares justo al lado del escenario. Nuestra vista era privilegiada y estaba segura de que no nos perderíamos un detalle.

De pronto sonó la música y salió el boy. Miré atónica a aquel hombre que se contoneaba tan insinuantemente. No podía creerlo, era él…

1 comentario:

moonlight dijo...

me da a mi que ya sabemos el porque de las escapadas nocturnas de andrés y de donde saca a tantas mujeres...