miércoles, 24 de diciembre de 2008

Vegetando

Aún no recuerdo cómo fui capaz de sobrevivir tras el día de mi cumpleaños. Me he dado cuenta de que soy capaz de aguantar todo lo que me echen sin peligro de que me tiente tirarme desde el balcón de mi casa. Los días siguientes simplemente aprendí a sobrevivir funcionando con una especie de semi conciencia carente de todo tipo de emociones o sentimientos. Me levantaba como un autómata, desayunaba lo primero que pillaba y me iba al trabajo en el autobús con unos cuantos autómatas como yo. No soy la única que vive dejándose llevar, puedo reconocer a decenas de personas que como yo, hacen lo mismo día tras día sin plantearse ninguna razón para no hacerlo, sin querer buscar una salida a su rutinaria existencia y sin querer pensar en la solución a sus problemas, ya que el esfuerzo de pensar resultaba demasiado grande y agotador.

En el trabajo, mi jefe mantenía una prudencial distancia conmigo y se limitaba a entregarme los expedientes que debía de mirar sin hacer ningún otro comentario. Ni siquiera hizo referencia alguna al bajo rendimiento de mi trabajo en los últimos días, quizás temía que le pudiera comprometer de alguna forma al conocer de sus andanzas con la secretaría y tragaba sin más mi desidia laboral.

Pero el destino no dejaba de sorprenderme desagradablemente. Mientras reposaba mi barbilla sobre mis nudillos y miraba ensimismada la blanca pared de pladur de mi despacho buscando inspiración y fuerza de voluntad para terminar el expediente que tenía entre manos, entró sin llamar a mi despacho una mujer completamente sofocada vestida como si fuera a ir a misa de doce: zapatos de un charol negro impoluto, traje de chaqueta azul marino y chaquetón de pieles que tenían todo el aspecto de haber sido arrebatadas a alguien de cuatro patas que las necesitaba más. Se acercó a mi mesa y para mi sorpresa me pegó un sonoro bofetón mientras gritaba a los cuatro vientos.
-“Eres una hija de puta”

Antes de que pudiera siquiera decirle ni una frase y explicarle que seguramente estaba cometiendo una equivocación, se echó sobre mí y empujándome junto con la silla caí al suelo.

No recuerdo nada más. Creo que perdí el conocimiento.

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