jueves, 8 de noviembre de 2007

El revolcón


La noche es fría y Pepe me agarra del brazo en dirección a su casa. Al final le he dicho que sí, el alcohol no me da para pensar mucho más, me dejo llevar y vivo el presente. Estoy excitada y necesito calmar mi ansiedad. La cabeza me da vueltas y mi risa llama la atención de los transeúntes con los que nos cruzamos. Pepe acierta con dificultad a meter la llave en la cerradura y en el ascensor, me aplasta literalmente contra un lateral y me soba sin dejar un resquicio de mí por tocar. Siento que estoy en la gloria. Llegamos a su piso, vamos directos a su dormitorio y allí nos desnudamos torpemente por nuestra intoxicación etílica. No sé quien está más borracho, yo bebo despacio y creo que mientras yo tomaba dos copas el triplicaba la cifra. Apenas se sostiene y yo le ando a la zaga. Entre nubes, le veo desnudo, me fijo en su hermosa barriga cayendo sobre su cuerpo y en su miembro semi erecto. Bajo mi vista y contemplo con horror que se deja los calcetines negros puestos. La visión es espeluznante y una alarma me avisa de que salga de allí por pies, pero el alcohol ahoga las señales de peligro y continúo. Pepe me empuja a la cama y me devora con su boca. Sé que si acerco una cerilla a su aliento comenzaría a arder. Yo le regalo mis caricias, me olvido de sus calcetines y cojo su miembro entre mis manos. En ese momento sólo tengo una preocupación: quiero tener su pene en mi interior, sentir otro pene distinto al de mi marido, otros movimientos y otro cuerpo a mi lado. Mi subconsciente, pesado e insistente, me vuelve a avisar de otro peligro y esta vez le hago caso parando por un instante mis movimientos.
-Oye Pepe: supongo que tendrás preservativos…
-Sí, espera.

Saca un condón del cajón, lo abre y se lo intenta colocar, pero su pene ha perdido consistencia y la tarea resulta imposible. Yo, sin dudarlo, acerco mi boca y lo mimo con mis labios, lo beso, lo lamo e intento que despierte, pero creo que Pepe está superado por el alcohol y su miembro no responde a mis cariños.
-No sé que me pasa, es la primera vez…

Yo sigo intentándolo, cada vez con más ganas, pero mi paciencia finalmente se agota y mis mandíbulas me duelen. Miro a Pepe y compruebo con sorpresa que tiene sus brazos extendidos a modo de Cristo crucificado y que empieza a roncar. No puedo creer lo que me está pasando y dudo de mis artes amatorias.

Me visto con rabia y me marcho de allí. De mañana no pasa que me compre un consolador…


2 comentarios:

rexman dijo...

desde luego no tienes suerte con los tios, ja ja, vaya "figura" el tal pepe

Félix Amador dijo...

La cosa no podía acabar de otro modo si ha tenido que mediar el alcohol para que acabéis en la cama.

De todas formas, es un poco impresentable lo de Pepe, pero no te preocupes: una mujer como tú tiene que encontrar oportunidades a porrillo.