sábado, 7 de marzo de 2009

Ropa de camuflaje


Al día siguiente me levanté pronto y con ganas de hacer cosas. Tenía un plan que ejecutar y había pasado la noche anterior dándole vueltas, era la hora de actuar.

Salí de casa y me dirigí a la tienda de disfraces que se hallaba cerca del centro. Tras echar un vistazo a toda la tienda me decidí por una peluca negra con el pelo rizado, unas gruesas gafas de plástico negro y una especie de corsé que aumentaba los pechos cuatro tallas más. Me sentía igual que los detectives en horas de trabajo y sentía que la adrenalina comenzaba a circular de nuevo por mi cuerpo produciéndome un agradable cosquilleo en todo él. Posteriormente adquirí en una tienda de oportunidades una falda gris recta, una blusa verde, una gabardina negra y un gran bolso gris. Con todas mis adquisiciones me fui a un bar y tras tomarme un café me dirigí al baño y me disfracé con prisas. Estaba irreconocible y dudaba que nadie se diera cuenta de quien era. Metí mis prendas en el bolso que acababa de comprar y me encaminé hacia mi antiguo trabajo.

El primer obstáculo era el vigilante de la entrada. Intenté sosegarme respirando con calma, me acerqué a él y le expliqué cual era el motivo de mi visita, tenía un dinero que había heredado y quería saber las posibilidades de hacer una buena inversión con él. El agente no sospechó nada, al contrario, los nuevos clientes siempre eran bien recibidos, significaba que la crisis no afectaría a su empleo.

Subí por las escaleras y al llegar a la planta donde se ubicaba mi antiguo lugar de trabajo, caminé lentamente intentando no mirar los despachos abiertos para no ser reconocida. Me temblaban las piernas pero intentaba concentrarme en caminar con paso firme. Llegué a los baños, saqué un cartel que había preparado en casa donde ponía con gruesas letras de imprenta “NO FUNCIONA” y me encerré en un servicio a esperar. Sabía que tenía que armarme de paciencia y que a lo mejor no tenía la suerte que esperaba, pero crucé los dedos y pensé de forma positiva.

Tras seis horas de espera infructuosa me encontraba desfallecida. Habían pasado por aquel baño decenas de personas cientos de veces. Había tenido que aguantar las consecuencias de la dieta vegetariana de una compañera con problemas de meteorismo, el aroma a tabaco de más de un fumador compulsivo que se negaba a pasar frío en la calle y los cotilleos de algunas compañeras criticando a las demás. Ahora llegaba la calma, era la hora de comer y la oficina estaba tranquila. Sabía que por la tarde había más posibilidades de pillarle así que me puse en guardia con la cámara preparada.

Tenía los dedos agarrotados pero mi corazón pegó un vuelco cuando oí que entraba por la puerta un hombre y una mujer riéndose.

Había llegado mi turno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ninettaaaa, no nos dejes con la intriga ... siempre haces lo mismo jejeje