-Hemos terminado-Dijo el maestro despertándome.
-Creo que me he dormido.
-No te preocupes, es normal.
El maestro se había quitado la chaqueta. Supongo que el calor que yo sentía tenía que ser el mismo que él notaba ahora en la habitación, ahora tibia y adormecedora.
-¿Qué tal te sientes? –Me preguntó con una franca sonrisa.
-La verdad es que muy bien, muy relajada.-Contesté intentando incorporarme.
-Espera un poco, sigue tumbada, quizás sientas algo de mareo, es normal. La verdad es que te he notado los chakras muy bloqueados.
-¿Los chacas me has dicho?
-No, no, los chakras, una especie de embudos que tenemos en el cuerpo etérico y por donde entra la energía, si están cerrados no fluye y podemos tener todo tipo de problemas, tanto físicos como psíquicos, una depresión por ejemplo. Yo te los he abierto y te he limpiado los meridianos para que la energía vuelva a circular libremente por todo tu cuerpo. Por cierto, hazte unos análisis de sangre, creo que tienes colesterol. Y haz algo de ejercicio o en breve tendrás problemas en la espalda.
Yo le oía hablar, pero poco le entendía, en mi vida había oído hablar de que en el cuerpo teníamos embudos y menos que la energía tenía que entrar por ellos. Lo cierto es que me hablaba como si me conociera de toda la vida, describió a la perfección mi estado de ánimo actual, los errores que cometía y como debía superar la tristeza con pensamiento positivo.
Cuando por fin quise levantarme es cuando me di cuenta de que su tatuaje me resultaba muy conocido, tanto, como que lo había visto antes en la pantalla del ordenador de Clara. ¡Por supuesto! ¡Emilio Sambala! Lo ponía en todos sus títulos. ¿Y éste era el director comercial divorciado sin hijos? ¿Acaso Clara sabía que yo iba a visitarle y por eso sabía de mi vida? Todo me resultaba muy confuso, lo cierto es que no me parecía un impostor, en esos momentos me sentía realmente bien, mi relajación era absoluta, pero aquella foto con un niño y una mujer me hacían presentir que Clara se iba a llevar un nuevo chasco en su vida.
Al preguntarle lo que le tenía que pagar simplemente me hizo un gesto negativo.
-Los sanadores sólo aceptamos la voluntad.-Dijo rotundamente.
Acostumbrada a mi trabajo, donde sólo existen números exactos me resultaba algo un poco incómodo de valorar. Abrí mi cartera y decidí que 25€ pagaban sus servicios de forma generosa, dado que apenas me había tocado siquiera. Me despedí dándole la mano y me mordí la lengua para no preguntarle por su vida familiar.
-Y recuerda Ninetta-dijo mientras ya bajaba las escaleras-la energía sigue al pensamiento.
-Creo que me he dormido.
-No te preocupes, es normal.
El maestro se había quitado la chaqueta. Supongo que el calor que yo sentía tenía que ser el mismo que él notaba ahora en la habitación, ahora tibia y adormecedora.
-¿Qué tal te sientes? –Me preguntó con una franca sonrisa.
-La verdad es que muy bien, muy relajada.-Contesté intentando incorporarme.
-Espera un poco, sigue tumbada, quizás sientas algo de mareo, es normal. La verdad es que te he notado los chakras muy bloqueados.
-¿Los chacas me has dicho?
-No, no, los chakras, una especie de embudos que tenemos en el cuerpo etérico y por donde entra la energía, si están cerrados no fluye y podemos tener todo tipo de problemas, tanto físicos como psíquicos, una depresión por ejemplo. Yo te los he abierto y te he limpiado los meridianos para que la energía vuelva a circular libremente por todo tu cuerpo. Por cierto, hazte unos análisis de sangre, creo que tienes colesterol. Y haz algo de ejercicio o en breve tendrás problemas en la espalda.
Yo le oía hablar, pero poco le entendía, en mi vida había oído hablar de que en el cuerpo teníamos embudos y menos que la energía tenía que entrar por ellos. Lo cierto es que me hablaba como si me conociera de toda la vida, describió a la perfección mi estado de ánimo actual, los errores que cometía y como debía superar la tristeza con pensamiento positivo.
Cuando por fin quise levantarme es cuando me di cuenta de que su tatuaje me resultaba muy conocido, tanto, como que lo había visto antes en la pantalla del ordenador de Clara. ¡Por supuesto! ¡Emilio Sambala! Lo ponía en todos sus títulos. ¿Y éste era el director comercial divorciado sin hijos? ¿Acaso Clara sabía que yo iba a visitarle y por eso sabía de mi vida? Todo me resultaba muy confuso, lo cierto es que no me parecía un impostor, en esos momentos me sentía realmente bien, mi relajación era absoluta, pero aquella foto con un niño y una mujer me hacían presentir que Clara se iba a llevar un nuevo chasco en su vida.
Al preguntarle lo que le tenía que pagar simplemente me hizo un gesto negativo.
-Los sanadores sólo aceptamos la voluntad.-Dijo rotundamente.
Acostumbrada a mi trabajo, donde sólo existen números exactos me resultaba algo un poco incómodo de valorar. Abrí mi cartera y decidí que 25€ pagaban sus servicios de forma generosa, dado que apenas me había tocado siquiera. Me despedí dándole la mano y me mordí la lengua para no preguntarle por su vida familiar.
-Y recuerda Ninetta-dijo mientras ya bajaba las escaleras-la energía sigue al pensamiento.
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