sábado, 1 de diciembre de 2007

De regreso al hogar


Por fin llegué a mi casa. Estaba aún algo abochornada por el traspié que me había dado en la calle y deseaba no encontrarme en una buena temporada con mi vecino de enfrente, pero no las tenía todas conmigo, dado que realmente pensé que alguien que me quería mal me había echado el mal de ojo ¿Sería acaso mi ex suegra?

Entré en mi dormitorio y contemplé la caja con mi nuevo juguete. Me desvestí con premura y lo saqué con cuidado. No había que tener muchas luces para saber su uso correcto: abrir tapa, coger pilas, meter pilas, cerrar tapa, dar botón, abrirse de piernas y hacerlo desaparecer poco a poco disfrutando lo máximo posible. Me tumbé en la cama, cogí mi nuevo amante y lo unté generosamente con el lubricante que acompañaba al mismo de regalo. Poco lo necesitaba, el hecho de tenerlo entre las manos había sido más que suficiente para hacer manar todo un manantial entre mis muslos.

Justo en el instante en que iba a atacar la fortaleza suena el teléfono. Miro la pantalla y veo que es mi madre la que llama en el momento siempre más inoportuno. Me olvido de él y vuelvo a lo mío: a mi castillo y a la puerta abierta para que entre el nuevo guerrero. Pero el teléfono vuelve a sonar, el sonido del timbre se mete en mis oídos desagradablemente, intento hacerle un vacío, me concentro en la labor, pero por tercera vez vuelve a sonar. Lo descuelgo malhumorada, espero que sea algo realmente grave lo que mi madre quiera decirme a estas horas.
-¡Hola hija! ¿Dónde te metes?
-Acabo de llegar a casa. Dime.
-Sólo te llamaba para ver como estabas.
-Muy bien, estoy cansada, mañana hablamos ¿de acuerdo?
-Es que estoy preocupada por María. No ha dormido en casa esta noche
-No le pasa nada, sólo necesita despabilar un poco. Ha dormido conmigo.
-Vaya... Yo pensaba que a lo mejor estaba con Fernando.
-¿Su ex? ¿Pero no te has enterado de que lleva tiempo liado con otra? Parece que no quieres entenderlo. Bueno, te dejo, que mañana madrugo.

Pero mi deseo de colgar se vio truncado por una madre persistente y con mucho tiempo libre. Era imposible cortar la conversación, daban igual mis repetidos silencios, o el hecho de que no contestara sus interrogantes. Yo sabía que no esperaba ni deseaba respuesta alguna por mi parte, sólo quería criticar, intentar sonsacarme información de mi vida, de la de María y de quien estuviera a nuestro alrededor. Estaba aburrida, con mi maravilloso pero aún virgen e inerte juguete en mi mano, deseando que cobrara vida. Me tumbé en la cama mientras mi madre continuaba con su apasionante sermón. Yo ya conocía cada detalle de su perorata y sin querer fui entrando en un estado de ensoñación, con el teléfono en una mano y el juguete en la otra hasta que por fin, la voz de mi madre entró en mis oídos suavizada, como una dulce nana ausente de todo reproche.

Me había quedado profundamente dormida.


2 comentarios:

Pepe Castro dijo...

¿Me das su teléfono para las noches de insomnio?

Ninetta dijo...

Ja ja ja, cuidado con lo que dices Pepe, no sea que te arrepientas!!! Prueba a ver la tele, por lo menos la puedes apagar cuendo tú quieras.