sábado, 12 de abril de 2008

Mensajes y mensajes


Juan Carlos y yo nos pasamos el día entero mandándonos mensajes al móvil. Casi siempre son sexuales, de calentamiento previo para la noche, que es cuando nos vemos. Habitualmente viene a mi casa sobre las ocho, cenamos juntos y hacemos el amor. Una maravillosa rutina.

Mi vecino Andrés ha intentado varias veces hablar conmigo, pero tras unos cuantos bufidos que no pude evitar cuando le expliqué con todo detalle lo acontecido en el congreso, no se ha atrevido a más. Sé que anda intrigado y yo diría que hasta celoso por el tipo de relación que intuye que tengo con Juan Carlos. A pesar de todo, ha tardado poco en volver a sus rubias ocasionales. Me disgusta que se enrolle con cualquiera, pero es cosa suya, que haga lo que le dé la gana.

Clara ha seguido mis consejos y aunque no ha logrado aún adelgazar ni medio gramo, su aspecto ha mejorado considerablemente gracias a las compras de ropa que ha hecho en las rebajas y yo diría que aparenta unos cinco años menos. Le he explicado unos cuantos trucos informáticos para que sea capaz de investigar en el ordenador de su marido y confirmar definitivamente en qué gasta su tiempo.
-Se mete en un montón de páginas porno –me dijo un día muy preocupada.
-Mujer, eso tampoco es un problema. Todos los hombres lo hacen, yo creo que es un síntoma de salud sexual.
-Y estoy segura de que chatea con mujeres…-dijo finalmente sin poder aguantarse.

Clara comenzaba a transformar la incipiente depresión por culpa de la indiferencia que mostraba su marido por una creciente rabia hacia él al conocer sus actividades cibernéticas.

Lo contrario me estaba pasando a mí con respecto a mi hermana. A medida que iban pasando los días y me iba encontrando cada vez mejor al lado de Juan Carlos, me resultaba menos chocante la relación que mantenía con mi ex. También es cierto que el trato que tenía con ella era mínimo, pero suficiente: alguna que otra llamada por su parte en son de paz que yo he tenido el detalle de contestar e incluso responder con más de un monosílabo. El transcurrir del tiempo estaba resultando ser la mejor cura para que olvidara definitivamente aquella traición.

¿Cómo no iba a olvidarme de todo lo malo si la vida me sonreía?

2 comentarios:

mas de mi que de... lirio dijo...

Estaba curioseando en no se que directorio de blogs y el tuyo me ha llamado la atención. Confieso que no tengo tiempo ahora para leer mucho mas pero te guardo y seguiré...
Besos desde mi alma.

Félix Amador dijo...

Todos los hombres, todos los hombres...

¿De verdad parecemos todos iguales?