sábado, 26 de abril de 2008

Una cena de cuento


Cuando Andrés me abrió la puerta de su casa y me condujo hasta el salón fue cuando me di cuenta de que la palabra “amiga” era entendida por mi vecino de una forma bastante amplia. Lo cierto es que me quedé impresionada por el escenario que había montado. El salón estaba iluminado por decenas de velas de olor que había ubicado cuidadosamente por todos y cada uno de los rincones. La fragancia que desprendían era embriagadora, aunque no iba a ser lo suficiente como para que yo perdiera el control de la situación.

Encima de la mesa, unos cuantos envases de plástico transparente recién comprados en el supermercado de “El Corte Inglés” auguraban una cena decente. La verdad es que prefería aquella comida preparada a que se aventurara él en la cocina. Mis experiencias con los hombres y la cocina no habían sido nunca demasiado halagüeñas. Juan Carlos precisamente era el terror de todas las cocinas.

Andrés no había escatimado ningún detalle, ni siquiera se había olvidado de escoger una música suave y envolvente, complemento ideal para que todo resultara simplemente perfecto. En ese instante, Andrés agarró mi cintura y depositó en mi mano una copa de vino. Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo desde la punta de mis pies hasta mi cabeza. Era su mano resbalando por mi cadera la causante de ello. Es el momento oportuno de darle mi regalo.
-Muchas gracias Ninetta. No hacía falta que me regalaras nada. Había comprado una botella de vino para la cena.
-Bueno, pues para que lo bebas en otra ocasión con alguna de tus amiguitas. –Al instante me di cuenta del tono celoso que me había salido sin querer, tarde para remediarlo.
-Nos bebemos las dos botellas, así no se estropea. Y después practicaremos lo que recomiendan en este libro –dijo señalando el libro de masajes- ¿Qué te parece?
-¡No! –Dije yo dando un paso hacia atrás. -Soy una amiga sólo ¿recuerdas?
-Claro que sí cielo. Muchas gracias por los regalos.

Y justo en ese momento, Andrés me dio un dulce beso en los labios mientras serpenteó con su mano por mi cadera.

Ninetta, repite conmigo: eres una mujer fiel, eres una mujer fiel…




1 comentario:

Félix Amador dijo...

Ninetta, Ninetta, escribiendo eres un diablillo. Siempre nos dejas a medias y con la miel en la boca. Espero que, llegada la ocasión, no le hagas eso ni al Desastre de la Cocina.

Un beso.