lunes, 24 de diciembre de 2007

Preparativos y sorpresas


Al día siguiente siento que no soy yo, sino un fantasma que vaga errante y dormido por la ciudad. No he podido pegar ojo en toda la noche. Pero tengo que hacer algo por mi aspecto dado que mañana se celebra la cena de Navidad de la empresa. Es una fecha que me temo cada año, no es la primera vez que me toca al lado en la mesa al típico compañero pesado y lastimero y me hunde para el resto de la noche con su optimismo y vitalidad.

Lo que sí es cierto es que es la primera vez que tengo una celebración tras mi divorcio. Pienso ir a ella sugerente, sexy, atractiva e irresistible, hay material humano para hacerlo posible. Mi vestido negro será la guinda perfecta para rematar el pastel.

He decidido olvidar a Andrés como un posible objetivo a tener en cuenta, es mi vecino sin más y un rollo pasado a relegar, juerga de una extraña noche y desenlace de un cúmulo de circunstancias que jamás volverán a repetirse.

Por fin llego a casa con mi botiquín de belleza. Lleno mi bañera de agua, dejo que el vapor inunde la estancia hasta que sentir que estoy en un baño turco. Creo que esta vez se me ha ido la mano dado que apenas veo donde he dejado la toalla y me he comido la esquina del lavabo con la rodilla, espero que no me quede marca para mañana. Me pongo una coleta alta, me desnudo y frente al espejo me hago una cuidadosa limpieza de cutis. El vapor moja mi piel, abre mis poros y destensa mi musculatura. Estoy relajada y me siento tranquila. Hoy cenaré a placer, sentada en mi sofá, mientras mareo los canales de la televisión con el mando a distancia.

En pleno ataque de mi rostro a cargo de una toallita limpiadora suena mi timbre. Imposible ser más inoportuno. Me pongo el albornoz, deshago mi coleta y en el pasillo voy pintando de memoria mis labios. Miro por la mirilla: ¡Es Andresito!

Atuso mi cabello nerviosa, ciño mi albornoz para darle un aspecto menos casero y abro cautelosa.
-¡Hola Ninetta! ¿Estás ocupada?
-Sí…bueno, no. Iba a darme un baño y a cenar.
-¿Me invitas a una cerveza?
Mi cabeza me decía que le mandara a paseo, pero mi zona púbica gritaba todo lo contrario, abrí más la puerta y le dejé entrar.
-¡Dios Ninetta! ¡Pero qué buena estás!
Y Andresito, sin cortarse lo más mínimo y sin previo aviso, me empuja contra la pared, abre mi albornoz y me hace tal recorrido con sus manos que llego a pensar que posiblemente tenga escondidas un par de extremidades superiores más. Sube mi calentura de 0 a 100 en una décima de segundo, el mismo tiempo que necesita para bajar sus pantalones y sacar su herramienta de placer. Me gusta la escena que veo en mi espejo imaginario: yo completamente desnuda siendo follada por mi vecino que ni siquiera ha tenido tiempo de desvestirse del todo dada la premura de su deseo por mí.

He vuelto a ascender a los cielos…



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