miércoles, 20 de febrero de 2008

La presentación


Al día siguiente, Vicente vuelve a ser el mismo de siempre. Le miro discretamente e intento averiguar si recuerda su peculiar comportamiento de la noche anterior, pero no encuentro ningún extraño gesto en él, ni una mirada abochornada y parece que su mente ha bloqueado por completo cualquier tipo de recuerdo vergonzoso del pasado.

Salimos aceleradamente hacia el Palacio de Congresos tras tomarnos en el hotel un rápido desayuno. Soy la primera ponente del día y estoy aterrada. Vicente se sienta en la primera fila mientras yo me acomodo en la larga mesa de madera colocada en la tarima desde donde realizaré mi exposición. Saco mi portátil y abro el programa que usaré en la presentación. Lo he programado para no tener que ocuparme de ir pasando manualmente con el ratón cada una de las fotos y diapositivas que mostraré. No me fío de mis nervios y he tenido hace dos días una pesadilla en la cual los dedos se me enredaban en el teclado mientras toda la gente se quedaba estupefacta ante mi torpeza. Siento mis manos temblorosas y me entra tal miedo escénico que se me ocurre la peregrina idea de irme corriendo de allí y no volver. Me mareo viendo la ingente cantidad de gente que ya espera paciente en sus butacas, desde abajo no me parecían tantos. No estoy acostumbrada a hablar en público y menos ante multitudes y ahora echo de menos no haberme apuntado a aquel curso subvencionado por la Cámara de Comercio en el cual enseñaban en 400 horas el arte de la oratoria.

Vicente me hace un gesto de triunfo con la mano intuyendo mis nervios, mueve los labios despacio para que yo pueda leer lo que me dice, creo que es “todo saldrá bien”, le hago una mueca intentando mostrar tranquilidad pero creo que a nadie puedo engañar. Cuento hasta diez mentalmente y tras mirar a los presentes rogándoles silencio, inicio mi exposición. Me sorprende escuchar mi voz amplificada en la sala, me parece más grave y potente de lo habitual y siento que mis nervios comienzan a moderarse. Sé mi perorata de memoria y la podría recitar hasta con los ojos cerrados. Me siento más segura e incluso me atrevo a levantarme de la mesa y pasear por la tarima mientras miro convencida al público que me escucha. Sus caras son de interés y atención total aunque veo alguna que otra mirada fija en mis piernas. No me importa, al contrario, me siento orgullosa de mis dos extremidades inferiores. De vez en cuando miro fugazmente la gran pantalla colgada detrás de la mesa. El ajuste entre mi ponencia y las fotos es perfecto, no me esperaba tal exactitud con lo poco que lo he ensayado.

Pero algo sucede de repente que hace cambiar las caras serias de los asistentes por gestos de sorpresa e hilaridad. La gente comienza a removerse en los asientos y noto que más de uno suelta una escandalosa carcajada. Yo sigo con mi exposición intentando pensar qué es lo que les está haciendo tanta gracia de la misma. No creo que tenga que ver con lo que les explico en ese momento, estoy en pleno proceso de despidos masivos en mi empresa imaginaria, me sorprendería la actitud poco solidaria de todos aquellos que me estaban escuchando.

Fue entonces cuando me di la vuelta y contemplé con estupor lo que estaba mostrando en la pantalla…

4 comentarios:

Félix Amador dijo...

Jodeeeeer.

Nineta!!!!

Yi tengo una teoría desde hace tiempo, y es que hay gente que tiene un don natural para atraer los problemas. Tú pareces una de ellos.

Dicho con cariño.

Anónimo dijo...

Pero no nos dejes así Nineta, que pasó, que pasó......

Anónimo dijo...

k kabrón este andrés eh!! ha puteado a ninetta pero bien, verdad?? jeje. sigue así alice

Erotismo dijo...

me encanta esta historia!!! de tus personajes, esta ninetta me cautiva!