viernes, 26 de septiembre de 2008

Experiencias con el ordenador

De regreso a mi despacho veo que Clara me espera intranquila paseando en círculos, me aborda sin dejar siquiera que me siente, cierra la puerta y me agarra los brazos para que no sea capaz de moverme sin antes haberla escuchado con toda la atención.
-¡Ay Ninetta! ¡Ni te imaginas que le he hecho a Jerónimo!
-¿No le habrás matado? –pregunté esperando lo peor.
-Mujer, no. Pero no te miento si te digo que lo he pensado muchas veces-confesó con seriedad.-He chateado con la tía esa con la que se escribe haciéndome pasar por él.
-Eso suena bien, anda, siéntate y me lo cuentas con calma, aunque ya me lo imagino.
-Jerónimo tiene pensado traer a esa mujer a España-dijo Clara dejando un cinematográfico silencio tras el comentario- Cuando me ha dicho la ilusión que le hacía venirse a vivir con él el próximo mes me he quedado de piedra, le he sonsacado llevándole la corriente y me ha dicho que ya tiene todos los papeles preparados y que desea que él consiga el divorcio cuanto antes. Se ha vuelto completamente loco. A mí no me ha comentado nada, simplemente pensaba que teníamos una mala racha y que con el tiempo la superaríamos.
-¡Qué hijo de puta!
-Al principio no sabía si cortar la conversación, descubrirme o mandarla a la mierda, pero después las ideas me han venido solas. Le he dicho que antes de consolidar nuestra unión quería ser honesta con ella y confesarle ciertas cosas de mi vida.
-¿Y?
-Le he contado que realmente mi economía está muy mal, que están a punto de embargar mi piso y que hay un expediente de regulación de empleo en la empresa donde trabajo, teniendo todos los boletos para que me despidan prontamente dada mi edad.
-¿Y a ella no le importó lo que le dijiste?
-Bueno, no lo sé, no le dejé meter baza. Continué diciéndole que tenía una infecciosa enfermedad en mis genitales que me provocaba erupciones cutáneas pustulosas por todo mi cuerpo. Imposible de curar, me lo han confirmado varios médicos.
-¡Qué asco Clara, ja ja ja!
-También le dije que la monogamia me aburría y que tenía previsto traerme otras dos mujeres de Ecuador y Bolivia que compartirían con ella su amor por mí.
-Te has pasado.
-Bueno, un poco, pero se lo merecía. Reconozco que mi afán de venganza supera mis remordimientos.

Lo cierto es que Clara tenía mucho mejor aspecto desde que las infidelidades cibernéticas la habían despertado de la modorra marital. Estaba más guapa y los ojos le brillaban de forma especial.
-¿Y Jerónimo? ¿Le has notado algo raro después? –pregunté con curiosidad.
-Aún no le he visto. Se fue de viaje y vendrá esta tarde. Supongo que por la noche se meterá a chatear, como siempre.
-Mañana me lo cuentas todo.
-No dudes que lo haré-dijo Clara seriamente-.
-Gracias.
-A ti por tus consejos.

Clara se marchó de mi despacho y yo me quedé sola elucubrando sobre la posibilidad de suplantar a alguien para enterarme de sus trapos sucios. Creo que mi venganza hubiera sido peor, y más después de conocer, cuando aún era una niña, de labios de mi madre, la historia de nuestro padre. Pero matarle no, no le mataría, eso creo…

domingo, 21 de septiembre de 2008

Dolores musculares

Al despertar por la mañana casi no podía moverme, tenía la espalda rígida y numerosos moratones por todo mi cuerpo, principalmente en mis nalgas. La próxima vez imitaría la necesidad de comodidad de mi ex a la hora de hacer el amor y llevaría a Andrés a la cama, otro día de sexo tirada por los suelos y me tengo que pedir la baja.

Hoy el autobús ha llegado algo retrasado y he experimentado en toda su plenitud la cercanía de la humanidad: me han pisado, aplastado y he tenido que aguantar la respiración para no tener que percibir nauseabundos olores producto de una mala higiene diaria. Echo de menos la soledad de mi coche, mi climatizador y mi bienestar. Ser pobre tiene más inconvenientes de los que yo pensaba.

Al llegar al trabajo dejo mi bolso encima de la mesa de mi despacho y me dirijo directamente a ver a Vicente. Dado que observo que es difícil disminuir el montante mensual de mis gastos he pensado que podría aumentar mis ingresos haciendo horas extras después de la jornada habitual. Se lo digo a mi jefe no sin antes dar un pequeño rodeo hablándole de la cantidad de expedientes que se acumulan en mi mesa por la falta de tiempo y de ayuda de algún subordinado. Le expongo tan crudamente la cuestión que incluso es él el que me comenta la posibilidad de hacer horas extras. Me encanta saber que mis artes manipulatorias con los hombres siguen dando resultado. Me digo a mí misma que me encanta ser mujer, igual que en los abominables anuncios de compresas, donde lo afirman con una inconsciente alegría.

¿Quién será el responsable de estas penosas campañas de publicidad donde tratan a las mujeres como si fueran idiotas?

viernes, 19 de septiembre de 2008

Un desastre de cocina

Tras la orgía de polvo de harina Andrés se dirigió al salón a ver la televisión, rutina habitual en él tras el sexo, y yo me quedé en la cocina contemplando el desaguisado: aún había polvo en el aire, el suelo estaba intransitable y sobre la mesa había una extraña mezcla de harina y cerveza que comenzaba a fermentar. No sabía por donde empezar así que pensé que, dado que estamos bajo la influencia de la fuerza de la gravedad, lo mejor era ir de arriba abajo.

Limpié los pegotones que se habían incrustado sobre la mesa y fregué el suelo una y otra vez hasta contemplar que el agua que quedaba en el cubo de la fregona no lucía blanquecino. Estaba agotada, más por la limpieza que por la placentera sesión que habíamos tenido, aunque intuía que la espalda me dolía principalmente por lo segundo. Cogí unas latillas recién compradas en el supermercado, las vertí sobre unos vistosos platos y las llevé al salón para cenar con Andrés. Tendría que esperar a otro momento para mostrarle mi arte culinario. Todavía me quedaba otro paquete de harina para hacer las croquetas, no todo se había perdido.

Me senté a su lado y Andrés, en vez de atacar la comida cual naufrago que acaba de encontrar en la isla por fin algo con lo que alimentarse, se arrimó a mí y me dio un tierno abrazo.

Si tuviera una margarita a mano la deshojaría mientras lanzaba al aire la única pregunta que se me ocurría en ese momento. ¿Sería verdad que me quería? ¿O simplemente era una muestra de agradecimiento por la cena?

viernes, 12 de septiembre de 2008

Enharinados

Cuando abro no me sorprendo de ver al otro lado a Andrés, no he respondido a su mensaje multimedia que me envió hace unas horas y estará escamado. Mis planes de ahorro popular no me permiten enviar más que algún mensaje de texto en caso de urgente necesidad. Espero que esto no afecte a mis relaciones personales demasiado.
-Hola mi vecina favorita-dijo Andrés agarrando mi cintura y besando mis labios-¿qué hacías?
-Estaba guardando la compra en el frigorífico e intentaba hacer unas croquetas.
-Genial, me quedo a cenar, me encantan las croquetas-dijo auto invitándose.

Nos dirigimos a la cocina y mientras él bebe de una lata de cerveza yo voy colocando los artículos en el refrigerador, es increíble lo vacio que estaba. Leo Con detenimiento la receta ante la atenta mirada de Andrés que aprovecha la cercanía para acariciar mis piernas, intento concentrarme en la lectura, pero es imposible, mi vecino se coloca detrás de mí, besa mi cuello repetidas veces rozando suavemente con sus labios la fina pelusilla de mi nuca. Sufro una estremecedora descarga eléctrica por todo mi cuerpo que me hace permanecer inmóvil. Planta una mano sobre mi glúteo izquierdo y la otra sobre mis pechos. Estoy de nuevo a su merced, el placer de estar a su lado vuelve a dominar mis actos. Achucha su pelvis contra mis nalgas y percibo su miembro erecto. Soba mi cuerpo hasta no dejar ni una parte de mí sin tocar. Intento acercar mi mano hasta su sexo pero sujeta mis muñecas y me tumba sobre la mesa de la cocina. Pego mi barbilla sobre el tablero con algo de incomodidad pero con gran excitación. Andrés levanta mi vestido con una mano y baja mis bragas hasta las rodillas. Siento desfallecer de goce cuando resbala su miembro en mi interior y comienza una alocada cabalgada sobre mí.

Las sacudidas y el traqueteo hacen que el paquete de harina recién abierto se caiga, mitad sobre la mesa y la otra sobre mi cara, intento quitármela pero consigo todo lo contrario, que me ponga aún más blanca, que se expanda por mis pechos y que el fino polvillo se introduzca en mi garganta forzándome a toser. Hago un gesto a Andrés pidiendo socorro y cambiamos de postura, yéndonos directamente al suelo junto con el paquete de harina, que lo empuja mi vecino sin querer. Siento las baldosas de la cocina en mi carne, mis riñones estrujados pero aún soy capaz de gozar con mi vecino, que hace que me olvide poco a poco de lo duro que está el suelo de mi cocina.

En el momento de máximo apogeo, Andrés me sorprende con un “te quiero” inesperado. Le miro pero tiene sus ojos cerrados y disfruta plenamente de un intenso orgasmo.

¿Lo habrá dicho en serio o era simplemente fruto de la pasión del momento?

lunes, 8 de septiembre de 2008

En la cocina

Al llegar a casa contemplo ofuscada que mis planes de ahorro no van a ser tan fáciles de cumplir como yo pensaba. Tendré que ir lentamente, eliminando poco a poco aquellas cosas que hasta ese momento calificaba de imprescindibles. Como quien intenta dejar una droga y necesita consumir metadona para no sufrir el síndrome de abstinencia.

Sumando y comparando veo que, lamentablemente, la mitad del dinero me lo he gastado en dulces y chucherías. Muy mal para mi economía y peor para mis caderas, quiero seguir conservando el buen tipo que mantengo no sin esfuerzo.

Extraigo de las bolsas de plástico, que por cierto he tenido que abonar, todas las materias primas y las distribuyo sobre la mesa. Por más que las miro no encuentro la solución al problema de cómo mezclarlas y en qué cantidades y acudo al libro de recetas de cocina, pero la tarea es ardua: carezco de muchos de los ingredientes para elaborar las recetas, el confuso lenguaje de “pizcas”, “puñados” y extrañas expresiones como “harina, la que embeba” me resultan imposibles de descifrar y observo que, tras pasar una larga temporada sin cocinar absolutamente nada, he olvidado lo poco que aprendí. ¿Sabré aún montar en bicicleta?

Tras hacer un concienzudo estudio sobre lo que puedo hacer me decanto por elaborar unas croquetas de jamón, no me gustan las congeladas, tienen una masa pastosa que se me pega al paladar al intentar deglutirla y sus indefinidos tropezones me producen cierto respeto, no soy capaz de identificarlos dentro de ningún grupo de comida y eso me preocupa lo suficiente para intentar filtrarlos uno a uno con la lengua. Tengo todo lo necesario para hacer unas exquisitas croquetas caseras así que me pongo manos a la obra de inmediato. Me cambio de ropa, lavo mis manos concienzudamente y comienzo la labor abriendo un paquete de harina, pero en ese preciso instante alguien llama a mi puerta.

Creo que voy a colgar del pomo de la puerta un cartel similar al que se pone en las habitaciones de los hoteles. El texto sería algo así como “no molesten” o “quiero que me dejen en paz de una puñetera vez”

jueves, 4 de septiembre de 2008

Planes de ahorro

Hoy mismo he empezado mi plan de ahorro popular comprando unas cuantas materias primas en el supermercado que está en la calle paralela a donde vivo. Me gustan las tiendas de alimentación donde todo está pulcramente ordenado y en sus estanterías rebosan productos de múltiples marcas, la curiosidad me impele a probar las nuevas exquisiteces y manjares que en cada visita me ofrecen. Eso se acabó. Cambio mi supermercado de capricho por éste, más parecido a una nave industrial, donde los artículos se amontonan con desgana en las mismas cajas que sirvieron para su traslado desde la fábrica. Cambio a las amables empleadas con uniforme de marca y aspecto perfecto por éstas, que lucen su cara lavada, pelo recogido con un grueso coletero, bata azul y toscos zuecos.

El supermercado acoge mi presencia con un frío glacial, fruto de la ausencia de calefacción y de algún sistema de ventilación que transforme el lugar en una cálida estancia donde pasar largo tiempo, el invierno se ha quedado impregnado en cada una de sus paredes. El gran portón que comunica la zona de ventas con el almacén provoca desagradables corrientes de aire y en general, es como si quisieran echar de allí a los pocos clientes que tenemos la valentía de comprar por primera vez.

Tras coger un carro y ver que me es imposible dominarlo dada su constante tendencia a desviarse hacia la izquierda, comienzo mi peregrinación de consumidora venida a menos. Aquí no hay productos multicolores, sólo grises artículos extranjeros de marcas imposibles de pronunciar correctamente sin sufrir una luxación mandibular.

Lleno mi carro de latillas variadas, muy socorridas para apaños de última hora y de sanos productos hortofrutícolas, imprescindibles para preparar sanas recetas. El carro rebosa salud por los cuatro costados.

Tras pasillear un buen rato consigo acostumbrarme al gélido ambiente del lugar, no ha sido tan traumático como yo pensaba. Diviso de lejos la línea de cajas con sus aguerridas empleadas, me encamino con paso firme y decidido hasta ellas, pero algo consigue desviar mi atención: a mi derecha, una estantería algo más cuidada que las anteriores ofrece todo tipo de bollos y chocolates de múltiples colores, tamaños y sabores. Siento que me tiemblan las piernas, que mi voluntad se debilita y que la caja, antes a tan sólo dos metros de distancia, ha sufrido un extraño alejamiento y apenas soy capaz de distinguirla.

Ninetta recuerda, tienes una activa vida sexual como para comprar chocolate, puedes prescindir de él por completo y lo que es más importante: posees una lozana hipoteca a la que hay que alimentar. ¡Contente por Dios!

martes, 2 de septiembre de 2008

Problemas de números

Hace varios días que Juan Carlos y yo no nos llamamos. Un breve periodo de reflexión tampoco nos viene mal a pesar todo. No obstante, he suplido las carencias afectivas que él me proporcionaba con unos buenos achuchones por parte de mi vecino. No puedo evitar ponerme como una moto a su lado, el cerebro se me ablanda en esos instantes como por arte de magia.

El juego de los mensajes porno multimedia me está gustando más de lo que yo hubiera pensado. El reto: sacarnos fotos en los lugares más insospechados o arriesgados. He vuelto a tener otra sesión fotográfica con él. Un provocativo y sugerente vestido de red ha sido el protagonista. Jamás me habían regalado nada tan excitante, me ha gustado sentirme dentro de él, ver como ceñía mis pechos y achuchaba mis nalgas. No podía dejar de mirarme narcisistamente al espejo, olvidando por unos momentos a Ninetta, su vida y sus preocupaciones y me he convertido en otra mujer, cuya única preocupación era la de satisfacer sus deseos. Porque lo cierto es que este mes no ha sido muy bueno y no me refiero simplemente a los problemas sentimentales, los problemas económicos empiezan a tomar una preocupante primera posición. Necesito urgentemente que llegue final de mes y cobrar de nuevo. El seguro del coche me ha subido vertiginosamente por culpa del accidente que tuve a finales del año pasado cuando llevaba a Andrés al hospital y tuve la mala fortuna de chocar justamente con un coche de policía. Creo que esto está doblemente gravado por las compañías aseguradoras. Es imposible entrar en un supermercado sin salir después con una extraña sensación de que has sido timada miserablemente. Y las gasolineras últimamente parece que no expenden gasóleo, sino caviar iraní del bueno, dados sus precios.

Pero lo peor ha sido el aviso de mi banco comunicándome amablemente mi nueva cuota hipotecaria, recién revisada tras las últimas subidas del Euribor. Cuando he leído la cuota unas veinte veces, he sentido un extraño mareo que me ha hecho sentarme en el sillón de mi propiedad para asimilarlo. Miro las baldosas de mi piso y me pregunto cuántas de ellas serán ya realmente mías. 140 euros de aumento suponen todo un trastorno en mi vida. ¡Hace siglos que no ahorro!

Tras el susto inicial y tras intentar hacer cuentas con los dedos sin mucho éxito para buscar una solución a mi problema, he optado por coger un papel, un bolígrafo y me he propuesto hacer un plan de ahorro urgente. Tengo que disminuir mis gastos en la misma proporción en la que ha aumentado el maldito tipo de interés. Aún recuerdo mi etapa de casada con Manolo, cuando el pago del préstamo que solicitamos por la casa no nos suponía ningún problema y lo pagábamos cómodamente entre los dos. Tras divorciarme y quedarme yo con ella, tuve que rehipotecarla para dar a Manolo la parte que le correspondía.

Así que hasta final de mes, nada de lujos. Se acabaron las copas de fin de semana, la ropa de temporada y los taxis al salir del trabajo. Echaré un vistazo a las recetas del libro de cocina que mi madre me regaló al casarme y haré comida casera para evitar los restaurantes. Haré un serio estudio de las ofertas de los supermercados y compraré en el más barato. Intentaré usar menos el coche y más el transporte público, por mucho que odie que la gente se agolpe contra mí. El petróleo amenaza con ponerse por las nubes y de momento, las colonias que me han regalado desde hace años y que acumulo en un cajón, dudo que funcionen como sustituto.

Me siento igual que el ministro de economía mientras explica en la televisión su política restrictiva del gasto público para afrontar la crisis económica.

¿Tendré que reducir también el número de mis mensajes multimedia?