Tengo toda la cama para mí sola. Es cierto que echo de menos a Manolo: ahora nadie me calienta los pies, ni me abraza por la noche, ni comenta conmigo los anodinos programas de la tele. Todos los inicios son duros, lo sé, y también sé que tendré momentos de soledad y de angustia, pero necesitaba tanto volver a tener de nuevo mi independencia…
Manolo se ha ido a casa de su madre. Parece que ésta se haya alegrado de nuestro divorcio y ve en mi decisión una confirmación de lo que ella siempre ha pensado de mí: que soy solamente una mala mujer que engatusó y engañó con malas artes a su querido y único hijo. No digo que Manolo haya sido un mal marido, era una línea perfectamente trazada en un folio en blanco, constante y eternamente igual. En mi vida me he dado cuenta de que yo no quiero una recta: quiero una línea en movimiento, con sus curvas y también con sus aristas, que sea a veces continua y a veces discontinua, con sus irregularidades también, ¿por qué no?, que me sorprenda en su recorrido y que me despierte del letargo en el que he vivido tanto tiempo.
Lo cierto es que mientras me abrazo a la almohada pienso en lo positivo de esta nueva situación: ahora duermo de un tirón, no tengo ronquidos que alteren mi paz, ni bruscos movimientos del colchón que me hagan sentir que estoy en una montaña rusa. ¿Por qué dejaría a Manolo elegir con su querida madre el colchón? Aquella gripe me salió demasiado cara, la bruja de Carmina eligió el colchón más parecido al que ella compró hace 40 años. Será lo primero que cambiaré cuando tenga dinero. El reparto de la sociedad de gananciales y el pago al abogado matrimonialista me ha dejado tiritando.
Hace una semana que he dejado de tomar la píldora y no sé si es este motivo o el hecho de pensar que el mundo se abre a mis pies, pero siento que mi deseo sexual ha aumentado vertiginosamente. Mis masturbaciones se han hecho diarias y el objeto de mi deseo fluctúa según sea lo que se me ponga por delante. Me fijo en los hombres y todos casi sin excepción me parecen deseables. Nada más salir de casa me encontré con mi vecino de enfrente, en el que jamás me había fijado. Hoy le he visto distinto: parecía más atractivo, quizás por el hecho de que me haya mirado y sonreído de otra forma, seguro que ya todo el vecindario sabe que estoy sola. Es como si llevara un cartel de “libre para follar” en mi pecho. En el metro, un ejecutivo con su mp4 ha echado un vistazo a mis piernas: desde hoy ya no me vuelvo a poner pantalones, esto es un mercado y tengo que exhibir y vender el producto que ofrezco, nada de chopped, que se vea que esto es jamón de bellota. He sentido que la sangre fluía por mi cuerpo y lo calentaba hasta hacerme arder en deseo. Me he agarrado a la barra mostrando mi mano desnuda, dejando ver que no llevo anillo de casada. He imaginado escenas morbosas con el ejecutivo y me he puesto como un animal en celo. Creo que si en esos momentos se acerca a mí y me levanta las faldas, me dejo hacer allí mismo, con público y todo. Pero he llegado a mi parada y nada ha sucedido. Otra vez será...
En mi trabajo ya he contado mi nuevo status civil. La pesimista de Clara me mira con pena y no entiende mi decisión. Ella ya está abandonada en el precipicio del hastío y no entiende que yo me haya agarrado a una piedra y que por mucho que se mueva no voy a caer al abismo. Me dice que vuelva con Manolo, que las crisis son normales en todas las parejas, que es peor la soledad. Yo dejo que hable pero me dan igual sus comentarios, mi decisión es firme. Habla de mis años y de mi reloj biológico, eso ha sido toda una estocada.
Ha venido Pepe, uno de mis compañeros de la planta séptima y me ha invitado a un café de máquina mientras me da ánimos. Clara ha conseguido hundirme con sus palabras. La próxima vez no voy a dejar que me diga ni una frase. Pepe se arrima a mí y me coge de la cintura... Es bajo y regordete, ciertamente nada atractivo, ¿pero quién sabe si es una bestia sexual en la cama? Su acercamiento vuelve a excitarme, hoy siento mis bragas encharcadas, como desde hace unos días. Esta noche al volver del trabajo le daré un buen revolcón a mis apetitos mientras escucho música. No me gusta oír el silencio de mi casa.
Aún siento mi sexo palpitar tras masturbarme, estoy relajada pero me siento algo triste. La paz de los orgasmos hace que mis ojos se cierren y me olvide de todo. Mañana será un nuevo día.
Manolo se ha ido a casa de su madre. Parece que ésta se haya alegrado de nuestro divorcio y ve en mi decisión una confirmación de lo que ella siempre ha pensado de mí: que soy solamente una mala mujer que engatusó y engañó con malas artes a su querido y único hijo. No digo que Manolo haya sido un mal marido, era una línea perfectamente trazada en un folio en blanco, constante y eternamente igual. En mi vida me he dado cuenta de que yo no quiero una recta: quiero una línea en movimiento, con sus curvas y también con sus aristas, que sea a veces continua y a veces discontinua, con sus irregularidades también, ¿por qué no?, que me sorprenda en su recorrido y que me despierte del letargo en el que he vivido tanto tiempo.
Lo cierto es que mientras me abrazo a la almohada pienso en lo positivo de esta nueva situación: ahora duermo de un tirón, no tengo ronquidos que alteren mi paz, ni bruscos movimientos del colchón que me hagan sentir que estoy en una montaña rusa. ¿Por qué dejaría a Manolo elegir con su querida madre el colchón? Aquella gripe me salió demasiado cara, la bruja de Carmina eligió el colchón más parecido al que ella compró hace 40 años. Será lo primero que cambiaré cuando tenga dinero. El reparto de la sociedad de gananciales y el pago al abogado matrimonialista me ha dejado tiritando.
Hace una semana que he dejado de tomar la píldora y no sé si es este motivo o el hecho de pensar que el mundo se abre a mis pies, pero siento que mi deseo sexual ha aumentado vertiginosamente. Mis masturbaciones se han hecho diarias y el objeto de mi deseo fluctúa según sea lo que se me ponga por delante. Me fijo en los hombres y todos casi sin excepción me parecen deseables. Nada más salir de casa me encontré con mi vecino de enfrente, en el que jamás me había fijado. Hoy le he visto distinto: parecía más atractivo, quizás por el hecho de que me haya mirado y sonreído de otra forma, seguro que ya todo el vecindario sabe que estoy sola. Es como si llevara un cartel de “libre para follar” en mi pecho. En el metro, un ejecutivo con su mp4 ha echado un vistazo a mis piernas: desde hoy ya no me vuelvo a poner pantalones, esto es un mercado y tengo que exhibir y vender el producto que ofrezco, nada de chopped, que se vea que esto es jamón de bellota. He sentido que la sangre fluía por mi cuerpo y lo calentaba hasta hacerme arder en deseo. Me he agarrado a la barra mostrando mi mano desnuda, dejando ver que no llevo anillo de casada. He imaginado escenas morbosas con el ejecutivo y me he puesto como un animal en celo. Creo que si en esos momentos se acerca a mí y me levanta las faldas, me dejo hacer allí mismo, con público y todo. Pero he llegado a mi parada y nada ha sucedido. Otra vez será...
En mi trabajo ya he contado mi nuevo status civil. La pesimista de Clara me mira con pena y no entiende mi decisión. Ella ya está abandonada en el precipicio del hastío y no entiende que yo me haya agarrado a una piedra y que por mucho que se mueva no voy a caer al abismo. Me dice que vuelva con Manolo, que las crisis son normales en todas las parejas, que es peor la soledad. Yo dejo que hable pero me dan igual sus comentarios, mi decisión es firme. Habla de mis años y de mi reloj biológico, eso ha sido toda una estocada.
Ha venido Pepe, uno de mis compañeros de la planta séptima y me ha invitado a un café de máquina mientras me da ánimos. Clara ha conseguido hundirme con sus palabras. La próxima vez no voy a dejar que me diga ni una frase. Pepe se arrima a mí y me coge de la cintura... Es bajo y regordete, ciertamente nada atractivo, ¿pero quién sabe si es una bestia sexual en la cama? Su acercamiento vuelve a excitarme, hoy siento mis bragas encharcadas, como desde hace unos días. Esta noche al volver del trabajo le daré un buen revolcón a mis apetitos mientras escucho música. No me gusta oír el silencio de mi casa.
Aún siento mi sexo palpitar tras masturbarme, estoy relajada pero me siento algo triste. La paz de los orgasmos hace que mis ojos se cierren y me olvide de todo. Mañana será un nuevo día.
5 comentarios:
¿Es una impresión subjetiva o estoy viendo que comienzas a valorar las partes positivas de esta nueva fase de tu vida?
Los mejores deseos (¿he dicho desesos?).
He dicho deseos.
Vaya.
Yo creo que todos los cambios siempre son buenos a pesar de que al principio nada más cortar una relación se piense otra cosa. La vida es muy laaarga como para atascarse! Y de todo hay que sacar el lado positivo, por qué no?
Muchas gracias Félix.
los mejores deseos deseantes para ti, sin culpas ni penas...
ni devota, ni sumisa, libre linda y loca!!
Hay que ser positivo y, si bien de entrada todo cambio es traumático, con el tiempo uno se da cuenta de que ha hecho lo correcto.
Te sigo. Enhorabuena por el blog, por tu estilo y por haberme enganchado.
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