Mi compañero de trabajo, Pepe, está intentando ligar conmigo. Creo que no me equivoco en mi afirmación. Me invita a café cada dos por tres, aprovecha cualquier excusa para acercarse a mi mesa y sus miradas hacia mí varían entre descaradas e insinuantes. Estoy encantada de que se haya fijado en mí pero físicamente no me atrae demasiado. Sólo hay algo que me saca de mis casillas: sus ojos…no sé, algo tienen esos ojos que me despistan, emiten señales invisibles que hacen que no me resulten indiferentes. Y es que yo me pierdo por una mirada profunda, de las que se te clavan en el alma como un cuchillo y te hacen su esclava. Algo así siento cuando me mira.
Estoy nerviosa, tengo ganas de terminar la jornada de trabajo y pasarme por la sex shop, es una novedad para mí y me siento independiente y dueña de mí misma. Forma parte de mi autoterapia. Pero Pepe hoy está muy insistente y pretende que tomemos una copa después del trabajo. Me habla de su vida, de su grupo de amigos, unos separados y otros divorciados. A mí se me enciende una luz y veo una puerta abierta a conocer otra gente, nuevos hombres… Tampoco es tan mala idea salir con él.
Termina la jornada y Pepe y yo nos acercamos dando un paseo hasta su barrio, él conoce bares de copas, yo no he salido apenas en mi época de casada y soy virgen en este tema. Nos metemos en un pub al que se accede tras bajar unas escaleras, es oscuro pero agradable. Pepe no para de hablar, yo, de reír, estoy entre excitada y nerviosa. Siento estar en un mundo diferente en el que no me defiendo en absoluto, ni recuerdo como se ligaba. Ni siquiera sé si quiero ligar con él. Me siento como una científica despistada en un nuevo laboratorio haciendo extraños experimentos.
Tras tres copas veo cómo misteriosamente se mueve la barra del bar. Pepe ha mutado y me parece el hombre más sexy del mundo. Ya no le veo bajito y regordete, su estatura es perfecta y su cuerpo fuerte y musculoso. Cada vez se me arrima más, coge mi cintura con su mano y yo sigo riendo con mi copa en la mía. Ni sé lo que estoy tomando, es una bomba volcánica, siento que me arde todo el cuerpo, fundamentalmente la zona que se halla entre mis piernas. Noto que desliza una mano por debajo de mi blusa y de forma tímida toca uno de mis pechos. Yo me dejo ¿por qué no?
Siento como mi piel se eriza ante la incursión y Pepe, que lo nota, se acerca más a mí hasta pegar su cuerpo contra el mío, me besa ansioso y yo le respondo con la misma moneda. Dejamos las copas encima de la barra y sin preocuparnos de la gente que mora el bar en ese momento, nos desatamos en nuestra demostración de pasión. Yo le abrazo, él tienta mi deseo, acerca su pelvis y el abultamiento de sus pantalones casi me deja sin respiración. Cojo su culo entre mis manos, lo achucho y él hace lo mismo con mis pechos. Mi corazón se acelera, apenas entra el aire en mi interior. Acerca sus labios a mi oído y me susurra de forma provocadora:
-¿Te apetece tomar la última copa en mi casa?
Le miro y por unos instantes, noto que vuelvo a ser dueña de mis actos y sopeso mi respuesta. No sé que hacer, bebo un trago mientras medito unos segundos mi decisión…
2 comentarios:
No tardes en escribir, me has dejado con la miel en los labios.
hola!! acabo de encontrar tu blog y me parece muy interesante todo lo que escribes.. creo que me voy a pasar buen tiempo leyendo tus post, saludos princesa!
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