Aquel fin de semana me encerré a cal y canto en mi casa intentando adelantar trabajo para el congreso. Las Navidades se habían terminado gracias a Dios y los Reyes Magos me habían dejado, por intermediación de mi madre, una nauseabunda colonia cuyos efluvios producían en mí repentinos ataques de incontenibles estornudos, y que acumulé con las otras que año tras año me regalaba, a pesar de explicarle que yo siempre usaba la misma. Mi hermana me obsequió con un grueso libro de autoayuda titulado “Superar el divorcio sin odios, traumas o suicidios” el cual parecía que ya había sido objeto de una primera lectura por su parte. Como pisapapeles no tenía precio.
La presentación se me estaba haciendo cuesta arriba. Me era imposible volver a coger el ritmo tras los días de asueto y me fallaba la concentración. No conseguía definir la estrategia a seguir para que aquellos 200 empleados de mi empresa ficticia no se fueran a la calle. Cada uno de mis planes de reconversión, acababa casi con más de la mitad de ellos con pasmosa facilidad, incluyendo el setenta por ciento de sus inútiles directivos. Comenzaba a pensar que iba a ser incapaz de terminarlo y mi mente se esforzaba buscando la excusa perfecta que le iba a dar a mi jefe para justificar mi notoria incompetencia.
Una llamada de teléfono procedente de María interrumpió mis elucubraciones. Quería que tomáramos un café sin la presencia materna, supongo que por fin había reflexionado y se iba a disculpar conmigo por lo ocurrido en Nochevieja. Una buena dosis de cafeína en mis venas podía despertar mi lento cerebro e iluminarme en la presentación.
María, para variar, está de buen humor, sonríe y tiene buen aspecto. Ha sacado del bolso una lista de propósitos para el nuevo año en la que incluye, aparte de los imposibles de ir a un gimnasio y dejar de fumar, salir definitivamente de la casa de mi madre y volver al piso que había compartido con Fernando.
-He decidido que voy a arreglarlo, lo voy a tirar entero y lo decoraré a mi manera-Dijo firmemente.
-¡Pero si está prácticamente nuevo!
-Ya, pero todo me recuerda al cabrón de Fernando y no se lo merece. Año nuevo, vida nueva y piso nuevo.
-Tú veras, pero te va a salir muy caro, eso si encuentras a alguien que te lo haga pronto.
-Ya he hablado con un albañil que conoce un amigo mío. Precisamente uno de sus clientes le ha fallado y tiene un hueco libre para mí, empezaría con la obra en diez días. Esta semana rescataré tolo lo que necesite y llamaré a una empresa de recogida de muebles para que se lleven los enseres de allí.
-¿Y no le vas a ofrecer a Fernando antes los muebles por si acaso los quiere él?
-Ni hablar, que se joda. No se merece nada, antes prefiero tirarlos a la basura.
No quise intentar convencerla de lo contrario, ¿para qué? No hubiera servido de nada, algún día acabaría sintiendo indiferencia por su ex y no le resultaría tan doloroso hablar de él. Miraba a mi hermana mientras hablaba de sus planes, me sorprendía su repentina decisión y la claridad de sus ideas. El encuentro con su ex y su novia quizás le había servido como revulsivo.
-Me parece muy buena idea que te vayas, no haces nada en casa de mamá. Lo que me extraña es que no te haya dicho una palabra en contra, ya sabes como es ella de pesada y absorbente.
-Es que no le he dicho nada todavía...
-¡Pero María! ¡Qué rondas los 40 años! Tienes edad suficiente para enfrentarte a ella de una puñetera vez. ¿Acaso le tienes miedo?
-No, pero con ella es mejor actuar lentamente para que no me dé la tabarra. Se lo iré diciendo poco a poco. Por eso quería verte, para pedirte un pequeño favor-bebió un trago de su vaso de cerveza provocando el suspense y mi impaciencia-¿Puedo dejar en tu casa alguna cosilla de la mudanza?
-¡No sé donde lo voy a meter! Mi casa es diminuta y lo sabes.
-Mujer, serán sólo cuatro cosas: algo de ropa, zapatos, libros y Cds. Es algo temporal, anda por favor, que no te cuesta nada. Me ha dicho el albañil que en un mes está terminado todo.
-Te dejo que lo metas, pero con una condición: en quince días se lo dices a mamá y llevas las cosas a su trastero. Me parece una bobada tenerlo en mi casa cuando en la de ella hay espacio suficiente.
-¡Estupendo! Te prometo que se lo diré. Esta semana te iré llevando mis pertenencias.
-Lo que no te he dicho es que no voy a estar en casa, me voy tres días a Madrid.
-Bueno, mejor, así no te molesto. Me dejas las llaves y lo meto yo, así, te cuido el piso en tu ausencia.
No me hacía demasiada gracia dejar las llaves a María, conocía a mi hermana y sabía que no podría evitar inspeccionar mi casa de arriba abajo para satisfacer su innata curiosidad, culpable de que en repetidas ocasiones me enfadara con ella siendo niñas, pero asentí de mala gana, no quería empezar el año mal con ella.
Volví a mi casa con la intención de seguir con mi trabajo, pero nada más introducir la llave en la cerradura, sentí una mano por detrás agarrando mi brazo y pegándome un susto de muerte...
La presentación se me estaba haciendo cuesta arriba. Me era imposible volver a coger el ritmo tras los días de asueto y me fallaba la concentración. No conseguía definir la estrategia a seguir para que aquellos 200 empleados de mi empresa ficticia no se fueran a la calle. Cada uno de mis planes de reconversión, acababa casi con más de la mitad de ellos con pasmosa facilidad, incluyendo el setenta por ciento de sus inútiles directivos. Comenzaba a pensar que iba a ser incapaz de terminarlo y mi mente se esforzaba buscando la excusa perfecta que le iba a dar a mi jefe para justificar mi notoria incompetencia.
Una llamada de teléfono procedente de María interrumpió mis elucubraciones. Quería que tomáramos un café sin la presencia materna, supongo que por fin había reflexionado y se iba a disculpar conmigo por lo ocurrido en Nochevieja. Una buena dosis de cafeína en mis venas podía despertar mi lento cerebro e iluminarme en la presentación.
María, para variar, está de buen humor, sonríe y tiene buen aspecto. Ha sacado del bolso una lista de propósitos para el nuevo año en la que incluye, aparte de los imposibles de ir a un gimnasio y dejar de fumar, salir definitivamente de la casa de mi madre y volver al piso que había compartido con Fernando.
-He decidido que voy a arreglarlo, lo voy a tirar entero y lo decoraré a mi manera-Dijo firmemente.
-¡Pero si está prácticamente nuevo!
-Ya, pero todo me recuerda al cabrón de Fernando y no se lo merece. Año nuevo, vida nueva y piso nuevo.
-Tú veras, pero te va a salir muy caro, eso si encuentras a alguien que te lo haga pronto.
-Ya he hablado con un albañil que conoce un amigo mío. Precisamente uno de sus clientes le ha fallado y tiene un hueco libre para mí, empezaría con la obra en diez días. Esta semana rescataré tolo lo que necesite y llamaré a una empresa de recogida de muebles para que se lleven los enseres de allí.
-¿Y no le vas a ofrecer a Fernando antes los muebles por si acaso los quiere él?
-Ni hablar, que se joda. No se merece nada, antes prefiero tirarlos a la basura.
No quise intentar convencerla de lo contrario, ¿para qué? No hubiera servido de nada, algún día acabaría sintiendo indiferencia por su ex y no le resultaría tan doloroso hablar de él. Miraba a mi hermana mientras hablaba de sus planes, me sorprendía su repentina decisión y la claridad de sus ideas. El encuentro con su ex y su novia quizás le había servido como revulsivo.
-Me parece muy buena idea que te vayas, no haces nada en casa de mamá. Lo que me extraña es que no te haya dicho una palabra en contra, ya sabes como es ella de pesada y absorbente.
-Es que no le he dicho nada todavía...
-¡Pero María! ¡Qué rondas los 40 años! Tienes edad suficiente para enfrentarte a ella de una puñetera vez. ¿Acaso le tienes miedo?
-No, pero con ella es mejor actuar lentamente para que no me dé la tabarra. Se lo iré diciendo poco a poco. Por eso quería verte, para pedirte un pequeño favor-bebió un trago de su vaso de cerveza provocando el suspense y mi impaciencia-¿Puedo dejar en tu casa alguna cosilla de la mudanza?
-¡No sé donde lo voy a meter! Mi casa es diminuta y lo sabes.
-Mujer, serán sólo cuatro cosas: algo de ropa, zapatos, libros y Cds. Es algo temporal, anda por favor, que no te cuesta nada. Me ha dicho el albañil que en un mes está terminado todo.
-Te dejo que lo metas, pero con una condición: en quince días se lo dices a mamá y llevas las cosas a su trastero. Me parece una bobada tenerlo en mi casa cuando en la de ella hay espacio suficiente.
-¡Estupendo! Te prometo que se lo diré. Esta semana te iré llevando mis pertenencias.
-Lo que no te he dicho es que no voy a estar en casa, me voy tres días a Madrid.
-Bueno, mejor, así no te molesto. Me dejas las llaves y lo meto yo, así, te cuido el piso en tu ausencia.
No me hacía demasiada gracia dejar las llaves a María, conocía a mi hermana y sabía que no podría evitar inspeccionar mi casa de arriba abajo para satisfacer su innata curiosidad, culpable de que en repetidas ocasiones me enfadara con ella siendo niñas, pero asentí de mala gana, no quería empezar el año mal con ella.
Volví a mi casa con la intención de seguir con mi trabajo, pero nada más introducir la llave en la cerradura, sentí una mano por detrás agarrando mi brazo y pegándome un susto de muerte...
1 comentario:
jaja divertido el video y vaya, debe que ser complicado todo esto del matrimonio y la independencia, si esto es lo que las divas reclaman, porque no darselo, de seguro seria un buen marido al dejarla que mi mujer me engañara.
Saludos.
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