Son las tres de la mañana y no consigo conciliar el sueño. La misma necesidad de hacerlo es la que provoca en mí un estado de nervios y agobio pensando que estoy perdiendo unas horas maravillosas para descansar. El congreso será agotador y es preciso que mi mente esté lo más clara y despejada posible. Es un alivio saber que mi exposición será el segundo día de tal forma que podré tomar un primer contacto con otros ponentes para que mi trabajo no desentone demasiado de la tónica general.
Juan Carlos se ha ido hace una hora. Me gusta mucho, ¿me habré enamorado de él? Lo cierto es que también lo he llegado a pensar en ocasiones respecto de mi vecino. Quizás sea un problema de semántica y donde yo utilizo la palabra “enamorarse” otros pondrían sin tapujos un término más fuerte y vulgar pero no por ello menos literario como “encoñarse”.
Rebobino cada minuto de la velada al lado de Juan Carlos. Me siento cómoda a su lado, nos entendemos a la perfección y a pesar de conocernos desde hace poco tiempo, tenemos un buen grado de compenetración. Tan sólo una pequeña pega. No me refiero al tamaño de su miembro, ni a su forma o peculiaridades. He de decir que si Andrés no hubiera pasado por mi vida y por mi cama, Juan Carlos sería merecedor, tras compararlo con mi ex marido, de la máxima nota en el terreno sexual. Pero no puedo remediar no hacerlo. Mi vecino me hace volar, consigue que pierda el control y que desaparezcan como por arte de magia todas mis inhibiciones. Juan Carlos no lo ha conseguido esta noche. Sé que soy demasiado crítica, que ha sido nuestra primera vez y que las estadísticas ponen de manifiesto que los primeros encuentros suelen ser desastrosos. Ese tiene que ser el motivo de que no nos pusiéramos ni una sola vez de acuerdo en los juegos y posturas que adoptábamos. Ha sido un caos de sábanas y extremidades, de enredos y desenredos.
El fin de semana nos volveremos a ver, tendremos una nueva oportunidad de conocernos. Iremos al cine y a cenar e incluso es posible que el mes que viene vayamos a la Ópera. Por lo menos, como relación me parece más normal que el extraño rollo vecinal de sexo y cenas que mantengo con Andrés. Vuelvo a fantasear, esta vez con Juan Carlos y me veo viviendo con un hombre como él: amable, tranquilo pero no aburrido y conciliador. Creo que podría ser feliz a su lado, ¿o no? Desde que he descubierto lo divertido que puede ser el sexo le doy más importancia en mi vida. A veces es mejor desconocer lo bueno para no añorarlo en un futuro…
Sigo desvelada. La coca cola que insensatamente bebí tras la cena para aplacar la sed aumenta mi sensación de falta de sueño, la dichosa presentación gira en mi cabeza como si de una maldición se tratara, la miraba de Andrés al verme con otro hombre se manifiesta como un interrogante en mi cabeza. Todo ello me hace revolverme entre mis sábanas, que aún huelen a Juan Carlos, como mi piel.
Mi cerebro decide torturarme un poco más aconsejándome sobre la oportunidad de filosofar a esas horas de la noche. Y le sigo la corriente, dejo que me arrastre por el fango mental que de vez en cuando tortura mi calma. Siento que tras el divorcio he puesto el listón demasiado alto, ya no me conformo con algo bueno, quiero lo mejor. Se supone que busco el verdadero amor de mi vida, ese que creí haber encontrado en Manolo cuando le conocí, y esa búsqueda romántica e incluso quizás ingenua es la que me pierde. A veces me asusto pensando que mis exigentes pretensiones lo único que van a conseguir es que la soledad sea mi futura y única compañera. Es miedo, lo sé. El miedo a una nueva ruptura y al fracaso en mis relaciones me amordazan en repetidas ocasiones. Necesito estar completamente segura de que las decisiones que tomo en el terreno amoroso son las correctas. Soy rehén de mi propia angustia.
Decido recurrir al tradicional método de recuento de ovejitas para conseguir dormir, pero los lanudos ovinos mutan en cada salto que dan y se convierten en los pobres trabajadores que despediré virtualmente en mi exposición.
2 comentarios:
Conozco esa sensación de ansia que produce insomnio, pero ¿seguro que son las ganas de hacerlo y no que te estés comiendo el coco con el futuro?
Vive el presente, erótica Ninetta, vive.
Vive el presente y muere lentamente, oh eróstica y acultural bloguera, oh!
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