Mi madre me agarró el brazo nerviosa y comenzó a hacer una pregunta seguida de otra sobre el estado de salud de María y de su bebé. Yo apenas podía decirle nada, dado que lo único que sabíamos es que estaba ya en el paritorio.
-¿Y Manolo? –Preguntó mi madre.
-No ha venido aún.- Respondí mientras miraba de reojo la mano de mi padre cogiendo la de mi madre.
-Me voy a ir con ella, Salvatore.- Dijo mi madre dándole un beso- Ninetta, queremos decirte algo. Salvatore y yo… Bueno, que vamos a hacer una pequeña celebración, una especie de boda, ya sabes. Hemos decidido volver a estar juntos.
Miré a mi madre anonadada. Había perdonado a mi padre todo lo malo que le había hecho. Se había visto abandonada con dos niñas pequeñas, había tenido que luchar por sacarnos adelante ante la indiferencia de Salvatore, que jamás había dado señales de vida hasta ahora. ¿Acaso las mujeres teníamos algo de estúpidas? Lo cierto es que no me salía decirles nada, ni que me alegraba por ellos, ni que me lo imaginaba, ni que me lo temía. A pesar de que mi madre había perdonado a mi padre, yo no era capaz de seguir su actitud. Le guardaba un profundo rencor, labrado a base de pensar año tras año en lo injusta que había sido la vida conmigo al dotarme de un padre que no se había preocupado por mí jamás. Así que tan sólo hice un gesto con los ojos y di una palmadita a mi madre en el brazo.
De repente, como una exhalación, entró Manolo. Llevaba la camisa mal abotonada, la pernera de los pantalones metida en los calcetines y mostraba una cara de profundo nerviosismo. Sentí algo de lástima por él. Se acercó hasta mi madre y ambos se dirigieron a una de las enfermeras, que les indicó por donde tenían que ir.
Mis dos pretendientes me miraban esperando mi respuesta, me acerqué hasta ellos y dudé por unos segundos, pero finalmente me dirigí a Juan Carlos.
-Reconozco que hemos tenido momentos buenos en los que lo hemos pasado muy bien. Nos entendemos, tenemos aficiones comunes y eso es importante. Pero…
-¿Pero? –Dijo él ansioso porque siguiera.
-Pero no recuerdo un día contigo en el que no me hayas mentido, tienes una facilidad especial para falsear la realidad y creo que eso es algo que no voy a olvidar. Puedes decir que yo también lo soy, de acuerdo, lo acepto, pero aún no tienes claras las cosas y dudo que dejes a Silvia de un día para otro, así que mi respuesta es no.
Andrés mostraba una sonrisa plena dado que ya se veía vencedor. Me acerqué a él y comencé mi perorata.
-Eres el mejor amante que haya tenido jamás y eso es difícil de superar, tienes imaginación, eres morboso y me excitas como nadie lo ha hecho nunca. Pero aparte de eso, nunca hemos salido como lo hacen las parejas normales, el lugar donde hemos pasado más tiempo juntos ha sido la cama y a pesar de que no me disgusta, no es lo que yo quiero. Así que mi respuesta es no.
Mantuve unos segundos de silencio.-Lo cierto es que es una pena porque la suma de ambos sería perfecta.
-Nos propones un trío, Ninetta, ja ja ja.-Rió Juan Carlos.
-Sólo hablaba en voz alta, no era una proposición. Bastante complicado son las relaciones de pareja como para meter más gente.
En ese instante, un revuelo de gritos femeninos me dejó completamente aturdida.
¡El bebé acababa de nacer!