Al llegar a casa me fui directa al ordenador a descargar las fotos. Una a una fueron pasando de mi cámara hasta la carpeta que había preparado exclusivamente para ellas. Lentamente comenzaron a mostrarse las imágenes a tamaño reducido. A pesar de que la mayoría se veían mal y muy borrosas, encontré que algunas eran realmente muy útiles para enseñar. Sabía que no estaba obrando muy bien, el chantaje no era mi debilidad, pero me justificaba al pensar en lo miserable que había sido Vicente al despedirme sin más argumentaciones que seguir teniendo una amante.
Imprimí en alta calidad las que me parecieron mejores, metiéndolas en una pequeña carpeta que escondí dentro de un viejo periódico. No quería que Clara las descubriera y se enterara de mi pequeña afición. Fue en ese instante cuando el teléfono sonó.
-Hola Ninetta. ¿Qué tal te va todo?
-Hola hermana. No me quejo demasiado. ¿Y tú, como vas con tu embarazo?
-Cada vez más pesada y cansada, menos mal que ya sólo quedan dos meses de suplicio. Además, no soporto la incertidumbre. Tengo pesadillas cada noche soñando que mi hijo sale negro. Es horrible.
-Tampoco pasa nada mujer. Si le echas un poco de imaginación seguro que encuentras una buena excusa para explicarlo-Dije yo riéndome entre dientes.
-Lo dudo. Te llamaba para lo de la despedida de soltera. No se te ha olvidado que es este sábado ¿Verdad?
-Claro que no mujer -mentí yo- ¿Y es obligatorio acudir?
-Pues sí. –Contestó María secamente.
María me explicó detalladamente lo que sus amigas habían preparado para ella aquella noche. Algo tan típico como un local de boys, unas copas y unas cuantas diademas con nabos como aderezo. Nada me podía apetecer menos en esos momentos.
Después de la tensión pasada haciendo las fotos sentía que necesitaba relajarme, me abrigué y salí a la calle para darme un largo paseo. Me apetecía sentir el aire frío en mi rostro, el olor de las hojas caídas por el otoño y contemplar a los viandantes que, como yo, habían elegido salir a la calle en lugar de ver la televisión.
Cuando miré el reloj me di cuenta de que había estado deambulando casi dos horas sin darme cuenta. Me sentía plena de vitalidad. Pensé en Andrés y en las ganas que tenía de acostarme de nuevo con él. Cogí el camino e regreso a casa y antes de meter la llave en la puerta de mi cerradura, le llamé, pero no estaba.
Entré en casa y saludé a Clara. Al entrar en mi dormitorio, dirigí mi vista al lugar donde había escondido las fotos.
Allí no había nada. Las fotos y el periódico que las escondía habían desaparecido.
Imprimí en alta calidad las que me parecieron mejores, metiéndolas en una pequeña carpeta que escondí dentro de un viejo periódico. No quería que Clara las descubriera y se enterara de mi pequeña afición. Fue en ese instante cuando el teléfono sonó.
-Hola Ninetta. ¿Qué tal te va todo?
-Hola hermana. No me quejo demasiado. ¿Y tú, como vas con tu embarazo?
-Cada vez más pesada y cansada, menos mal que ya sólo quedan dos meses de suplicio. Además, no soporto la incertidumbre. Tengo pesadillas cada noche soñando que mi hijo sale negro. Es horrible.
-Tampoco pasa nada mujer. Si le echas un poco de imaginación seguro que encuentras una buena excusa para explicarlo-Dije yo riéndome entre dientes.
-Lo dudo. Te llamaba para lo de la despedida de soltera. No se te ha olvidado que es este sábado ¿Verdad?
-Claro que no mujer -mentí yo- ¿Y es obligatorio acudir?
-Pues sí. –Contestó María secamente.
María me explicó detalladamente lo que sus amigas habían preparado para ella aquella noche. Algo tan típico como un local de boys, unas copas y unas cuantas diademas con nabos como aderezo. Nada me podía apetecer menos en esos momentos.
Después de la tensión pasada haciendo las fotos sentía que necesitaba relajarme, me abrigué y salí a la calle para darme un largo paseo. Me apetecía sentir el aire frío en mi rostro, el olor de las hojas caídas por el otoño y contemplar a los viandantes que, como yo, habían elegido salir a la calle en lugar de ver la televisión.
Cuando miré el reloj me di cuenta de que había estado deambulando casi dos horas sin darme cuenta. Me sentía plena de vitalidad. Pensé en Andrés y en las ganas que tenía de acostarme de nuevo con él. Cogí el camino e regreso a casa y antes de meter la llave en la puerta de mi cerradura, le llamé, pero no estaba.
Entré en casa y saludé a Clara. Al entrar en mi dormitorio, dirigí mi vista al lugar donde había escondido las fotos.
Allí no había nada. Las fotos y el periódico que las escondía habían desaparecido.
1 comentario:
¿No puedes publicar mas a menudo? la espera es matadora. Saludos
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