Al llegar al contenedor, mi esperanza creció. Estaba rebosante de papeles e incluso había alguno fuera con lo que por lo menos podría tener acceso a las bolsas sin mayores problemas. Mi labor era ardua y penosa, pero necesitaba recuperar mis fotos como fuera.
Intenté ordenar mi trabajo cogiendo primero las bolsas que se encontraban fuera del contenedor. Una a una fui abriéndolas y mirando en su interior. Poco a poco fui aprendiendo a descartarlas a mayor ritmo, era fácil distinguir aquellas bolsas que era imposible procedieran de mi casa, dados los cartonajes de juguetes o periódicos que contenían.
Una vez terminé con todas las bolsas que estaban fuera del contenedor no tuve más remedio que meter la mano dentro para sacar las bolsas que estaban accesibles. La gente que pasaba por la calle me miraba entre sorprendida y malhumorada. Estaba dejando la calle hecha un auténtico asco, pero por alguna extraña razón, nadie se atrevía a decirme lo que en ese momento estaban pensando. Quizás mi aspecto impecable les chocaba, no parecía ninguna pordiosera y estaba claro que no buscaba comida.
Tenía las manos completamente negras, estaba cansada y desesperada, pero no me rendía. Abrí una bolsa y tras ver la caja de salvaslips que yo usaba en ella, tuve un pálpito. Saqué uno a uno los periódicos y fui abriéndolos con gran cuidado. ¡Ahí estaba mi carpeta!
Abracé mi tesoro y sin preocuparme de volver a tirar al contenedor todas las bolsas que había dejado desperdigadas en la calle comencé a caminar.
Una mano en mi hombro derecho me retuvo de seguir haciéndolo. Me di la vuelta y encontré ante mí un policía municipal.
-¿Se puede saber qué hace señorita? –preguntó muy serio aquel hombre alto y delgado.
-Nada, ya me iba a mi casa. Es que había perdido algo.
-No se irá dejando esto así ¿verdad?
-No, no, ahora lo recojo todo –Me adelanté a decir al ver que él sacada de su bolsillo algo que podía ser perfectamente una multa.
Y ante la mirada implacable del policía, recogí todo aquel desastre, feliz, sin embargo, porque había logrado mi objetivo.
Al volver a casa, encontré que su aspecto ya no era la misma. Clara se había marchado. Aunque sentía algún remordimiento por la forma en que la había echado, en mi fuero interno me sentía inmensamente feliz. Volvía a tener la casa para mí sola.
Intenté ordenar mi trabajo cogiendo primero las bolsas que se encontraban fuera del contenedor. Una a una fui abriéndolas y mirando en su interior. Poco a poco fui aprendiendo a descartarlas a mayor ritmo, era fácil distinguir aquellas bolsas que era imposible procedieran de mi casa, dados los cartonajes de juguetes o periódicos que contenían.
Una vez terminé con todas las bolsas que estaban fuera del contenedor no tuve más remedio que meter la mano dentro para sacar las bolsas que estaban accesibles. La gente que pasaba por la calle me miraba entre sorprendida y malhumorada. Estaba dejando la calle hecha un auténtico asco, pero por alguna extraña razón, nadie se atrevía a decirme lo que en ese momento estaban pensando. Quizás mi aspecto impecable les chocaba, no parecía ninguna pordiosera y estaba claro que no buscaba comida.
Tenía las manos completamente negras, estaba cansada y desesperada, pero no me rendía. Abrí una bolsa y tras ver la caja de salvaslips que yo usaba en ella, tuve un pálpito. Saqué uno a uno los periódicos y fui abriéndolos con gran cuidado. ¡Ahí estaba mi carpeta!
Abracé mi tesoro y sin preocuparme de volver a tirar al contenedor todas las bolsas que había dejado desperdigadas en la calle comencé a caminar.
Una mano en mi hombro derecho me retuvo de seguir haciéndolo. Me di la vuelta y encontré ante mí un policía municipal.
-¿Se puede saber qué hace señorita? –preguntó muy serio aquel hombre alto y delgado.
-Nada, ya me iba a mi casa. Es que había perdido algo.
-No se irá dejando esto así ¿verdad?
-No, no, ahora lo recojo todo –Me adelanté a decir al ver que él sacada de su bolsillo algo que podía ser perfectamente una multa.
Y ante la mirada implacable del policía, recogí todo aquel desastre, feliz, sin embargo, porque había logrado mi objetivo.
Al volver a casa, encontré que su aspecto ya no era la misma. Clara se había marchado. Aunque sentía algún remordimiento por la forma en que la había echado, en mi fuero interno me sentía inmensamente feliz. Volvía a tener la casa para mí sola.
1 comentario:
Cada día más interesante.
El de hoy auténtico realismo sucio :-)
Muchos besitos. Sobre todo en esas piernas tan ricas que tienes.
Publicar un comentario