Conseguí recuperar la conversación con el de la berenjena de inmediato. Abrí de nuevo la webcam y mostré mis pechos en primer plano a aquel hombre al que no conocía de nada. Me había prometido a mí misma una sesión de ciber sexo y no iba a cortarla precisamente en el mejor momento, ya habría tiempo de arrepentirse después tras la calentura, pero ésta me resultaba tan dominante que necesitaba apaciguarla cuanto antes.
-Qué ricas parecen. Manoséatelas un poco para mí. Mientras, me masturbaré para que me veas.
Y comencé mi función, que al principio resultó algo tímida, pero poco a poco fui calentándome tanto, que no dudé en abrir mis piernas y enfocar a aquel sujeto mis encantos escondidos. Me sorprendió lo excitante que resultaba darse una alegría para un extraño y seguí haciéndolo con mayor intensidad mientras veía por la pequeña pantalla la masturbación compulsiva y frenética de mi contrincante. Estaba tan concentrada en mi placer y en las nuevas sensaciones que estaba experimentando, que no dudé en quitarme el camisón cuando él me lo pidió, masturbarme a cuatro patas al ordenármelo y hacer todo tipo de piruetas tras cada uno de sus requerimientos. Estaba indiscutiblemente mojada y excitada, ya nadie me podía parar. Corrí hacia mi cajón y saqué mi amigo nocturno, mi nabo siliconado. Había que rematar la faena y ya poco me importaba que me viera aquel desconocido o doscientos más. Mi cuerpo estaba liberando endorfinas a toda velocidad, la felicidad había relegado a la tristeza y todo me parecía de nuevo maravilloso.
Ya había encontrado mi propio placer, el resto del mundo me daba igual. Lo cierto es que el resto del mundo no parecía opinar lo mismo, dado que justo en ese instante abrieron la puerta de mi dormitorio y me quedé petrificada con mi nabo en la mano derecha y la webcam enfocando mi sexo en la mano izquierda. ¿Pero es que Clara no dormía nunca?
-Qué ricas parecen. Manoséatelas un poco para mí. Mientras, me masturbaré para que me veas.
Y comencé mi función, que al principio resultó algo tímida, pero poco a poco fui calentándome tanto, que no dudé en abrir mis piernas y enfocar a aquel sujeto mis encantos escondidos. Me sorprendió lo excitante que resultaba darse una alegría para un extraño y seguí haciéndolo con mayor intensidad mientras veía por la pequeña pantalla la masturbación compulsiva y frenética de mi contrincante. Estaba tan concentrada en mi placer y en las nuevas sensaciones que estaba experimentando, que no dudé en quitarme el camisón cuando él me lo pidió, masturbarme a cuatro patas al ordenármelo y hacer todo tipo de piruetas tras cada uno de sus requerimientos. Estaba indiscutiblemente mojada y excitada, ya nadie me podía parar. Corrí hacia mi cajón y saqué mi amigo nocturno, mi nabo siliconado. Había que rematar la faena y ya poco me importaba que me viera aquel desconocido o doscientos más. Mi cuerpo estaba liberando endorfinas a toda velocidad, la felicidad había relegado a la tristeza y todo me parecía de nuevo maravilloso.
Ya había encontrado mi propio placer, el resto del mundo me daba igual. Lo cierto es que el resto del mundo no parecía opinar lo mismo, dado que justo en ese instante abrieron la puerta de mi dormitorio y me quedé petrificada con mi nabo en la mano derecha y la webcam enfocando mi sexo en la mano izquierda. ¿Pero es que Clara no dormía nunca?
1 comentario:
Me ha gustado mucho perderme por la frescura de tu blog no me quedo mas remedio que leer asta los comentarios que te han dejado. recibe un cordial saludo.
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